Es un drama sencillo, impulsado por actuaciones matizadas y expresivas, que logra sintonizarse con cómo sus tres personajes principales intentan navegar las expectativas externas.
La historia transmite la idea de que, en un mundo que valora tanto la eficiencia, las relaciones de los humanos con los animales aún permiten contemplar ideas como el compañerismo, el sacrificio y el amor desinteresado.
El documental presenta de manera efectiva que esta Francia alterna no es tan distinta de la otra. A pesar del difícil contexto, marcado por la pobreza, el tráfico de drogas y asesinatos, sus protagonistas disfrutan de la vida, comparten sueños e incluso se ríen como cualquier otro adolescente.
Esta película de contrastes deja claro desde el inicio que no busca explicar rápidamente lo que acontece. Presenta una energía frenética, acentuada por el encuadre ajustado.
La película en su conjunto refleja la esencia del tiempo que Linklater ha capturado meticulosamente durante 12 años. Esta condensación en la obra final resalta de manera única cómo el tiempo moldea nuestras vidas.
La película presenta una estructura relajada, capturando en ciertos momentos la esencia vital y desenfadada de un documental, en lugar de enfocarse únicamente en la carrera o los logros de la banda.
Hace tiempo no veía una película tan sorprendente como esta, tan difícil de clasificar en el espectro entre lo ‘bueno’ y lo ‘malo’. Se siente como un producto de baja calidad que se produce actualmente en Estados Unidos: sexista, violenta, absurda e irreflexiva. Sin embargo, hay algo monumental en ella.
La premisa es delirante y la película la trata con energía, desparpajo y humor, haciendo guiños al cine de karate, a los musicales rockeros y a las comedias románticas. De esta manera, logra equilibrar de forma imaginativa y dinámica el romance, la comedia y la acción.