Hay acá muchas cosas positivas: el estilo de dibujo es expresivo, la historia fluye y el desarrollo dramático de la relación entre este chico diletante y su socio acuerpado recuerdan esas relaciones de opuestos que el cine estadounidense sabe hacer creíbles y satisfactorias.
El director Riley Stearns sigue investigando el tema de los cultos que inició en 'Faults' (2014), utilizando un humor muy oscuro, acompañado de una estética visual precisa y sobria.
Linklater presenta un retrato profundo y sutil de la relación entre tres hombres adultos que sirvieron en los marines durante la guerra de Vietnam. Además, es una exploración que no sucumbe a la desesperanza.
Con pinceladas de humor absurdo y chispazos de brutalidad, la película permite ver cómo coinciden y dialogan en un mismo espacio modos opuestos de estar en el mundo: de un lado el idealismo más inocente y del otro el realismo más descarnado.
La premisa de esta película es tan escandalosa y atípica que habría dado para uno de esos melodramas exagerados, llenos de gritos y expresividad, la directora francesa Anne Fontaine en su primera película en inglés es el del buen gusto y el control.
La película retrata de manera sencilla ese momento incierto en el que estos jóvenes universitarios, que parecen haber envejecido prematuramente, deben decidir cómo continuar con sus vidas.
Lo conmovedor es la fragilidad física y psicológica que transmiten los muñecos. La ilusión momentánea de que sí es posible salir, es la puntada final en la profunda tristeza de esta película.
Con escasos diálogos, tomas prolongadas y actores con pocas expresiones, la obra transmite una sensación de irrealidad, como si se tratara de un sueño en el que acontecen pocos eventos.
Este documental, con su belleza, intensidad y atención al detalle, nos aleja de preguntas fundamentales sobre la relación entre los seres humanos, el clima, los espacios y los animales.
Usando una fotografía austera en blanco y negro, el director francés François Ozon adapta y expande una obra teatral antibélica que privilegia las incertidumbres sobre la claridad moral.
Hay algo notable en la manera como Haynes va uniendo los dos momentos, potenciando los encuentros de cada niño y subrayándolos con la música de Carter Burwell, pero es un logro más intelectual que emocional.