La sensación de familiaridad y de estar en un terreno conocido, sumado a la falta de desafío al espectador, ha transformado la saga en un entretenimiento inofensivo y poco aterrador.
Sórdida, incendiaria y absolutamente recomendable. Phoenix no solo sostiene, sino que también dirige el peso de la película. Sin duda, es una de las más destacadas del año, pero, sobre todo, es pura nitroglicerina.
La segunda mitad de 'El traidor' se centra en el género judicial, lo que provoca una ralentización de la acción y un ritmo que se ve afectado por una propuesta excesivamente lenta y estática.
Otra entrega sobre mujeres fuertes y deslumbrantes. Es probable que aquellos que disfrutaron de 'Hobbs and Shaw' también encuentren entretenimiento en 'Anna', ya que ambas comparten una esencia similar.
Mucha distopía, poca diversión. El director alemán Moritz Mohr se estrena con un pastiche del cine de acción oriental, los videojuegos de peleas callejeras y las distopías pop del siglo XXI.
Originalísima comedia de acción que sorprende en cada instante. Es una bomba de puro entretenimiento y adrenalina. Su peculiaridad y singularidad la posicionan como un futuro clásico de culto.
Tiene algo perversamente atractivo, que no te suelta, que te sumerge en una pesadilla de bases pesadas, luces estroboscópicas y estupefacientes. Y Batman, como el café, cuanto más oscuro, mejor.
Supone un regreso de un melodramatismo apático en el que el director y protagonista no consigue extraer la emoción que se presupone. La película tiene el corazón tan frío como una noche durmiendo a la intemperie.
J.J. Abrams concluye la trilogía con un episodio que resulta aburrido e incoherente, donde la sutileza brilla por su ausencia. Se siente como el capítulo menos inspirado de toda la saga.
Goi se centra en utilizar efectos sonoros y sustos predecibles para causar miedo en el espectador. Oscuridad, movimientos bruscos de cámara, imágenes difusas y alteraciones repentinas en el volumen son sus principales recursos.
Si el espectador se abstrae del caos de una trama en la que no hay nadie al volante, al menos encontrará solaz en algún que otro momento que por delirante es mágico. La película es imprevisible y eso le otorga un encanto particular.
Sin salirse de la convención de los 'biopics', 'La corresponsal' retrata las contradicciones de una profesión tan ingrata, arriesgada y adictiva como lo es el periodismo de guerra.
Una echa de menos documentales en los que el resultado final no dependa del visto bueno del documentado, porque solo dan como resultado tediosos autoaplausos.
Bradley Cooper dirige su segundo largometraje, que también protagoniza, con el que busca revalidar su carrera hacia el Oscar con tanto ahínco que resulta hasta doloroso de ver.
Un filme poderoso donde late la verdad representa esa manera de hacer cine artesanal, casi casera, que intenta llegar tanto al epicentro de la emoción como a las profundidades de la narrativa visual.
La sugestión visual supera a la verbal y la narración se descompone para crear atmósferas que provocan sensaciones, sin la necesidad de seguir un camino claro y directo.
El director evita lecciones morales en la confrontación entre las libertades individuales, el derecho a la intimidad, la libertad de expresión y el autoritarismo de las instituciones. Nos sitúa permanentemente en el lugar de Carla.