La puesta en escena de la película es claramente minimalista, con un enfoque teatral marcado por monólogos poderosos, recursos limitados y espacios reducidos. Una obra de arte que resulta a la vez delicada y conmovedora.
La sorpresa más gratificante de Bárbara va más allá de su intrincada estructura. En lugar de una narración tradicional, Amalric opta por una pausada contemplación de la magnífica actuación de Jeanne Balibar.
La narrativa fluye con naturalidad, a pesar de algunas discontinuidades y retrocesos que resultan comprensibles. El entorno marítimo se mantiene presente y se abordan temáticas que emergen con fuerza.