Lo que en pequeñas dosis ayuda, en exceso perjudica. Por momentos se nota demasiado la intención de la directora Leena Yadav de cautivar a toda costa al espectador con los forzados toques de comedia, la belleza de las mujeres y los números musicales salidos de la nada.
'El artista' es, en esencia, un ejercicio de estilo: una película muda rodada más de ochenta años después del surgimiento del cine sonoro. Y lo cierto es que la cinta constituye un triunfo en el campo estrictamente formal.
Cada plano de la película ofrece un profundo disfrute estético, repleto de detalles en la composición, la decoración y la paleta de colores. Además, el elenco conforma un auténtico equipo de ensueño de Hollywood.
Tiene un activo inmenso. La actuación de Óscar Jaenada es monumental, (...) No se puede decir lo mismo de la película, que resulta tan plana y aséptica como una telenovela mexicana del mediodía.
El primer tramo introduce a los personajes y sus situaciones de manera bastante convencional y predecible. Sin embargo, la narrativa se transforma en la segunda mitad. Gibson despliega su maestría cinematográfica al presentarnos algunas de las escenas de guerra más impactantes en la historia del cine.
La mayor limitación de la cinta radica en un guion esquemático y superficial, que al tratar de evitar cualquier incorrección política termina derivando en una historia insípida y blandengue.
La destreza de Petzold, la actuación de Nina Hoss y la estupenda ambientación constituyen un entramado tan bien logrado que el espectador querría que hubieran estado al servicio de un mejor guión.
La cinta presenta todos los elementos que han transformado la filmografía de Anderson en un auténtico tesoro: personajes obsesivos, relatos perturbadores y, sobre todo, un excelente dominio del lenguaje cinematográfico.
Lo mejor de Carol son sus primeros 45 minutos, donde el director Todd Haynes aborda con sutileza y sin clisés la irrefrenable atracción que se da entre las protagonistas.
Zellweger se esfuerza por dar vida a su personaje, quien presenta más tics que matices internos. Acompañar a un personaje impostado en su viaje hacia la desdicha requiere un ánimo especial.
Llama la atención que sea una película tan parsimoniosa. Gosling, con su restringido rango dramático, se ve superado por el desafío de darle vida interior a un personaje que lleva el peso dramático de la cinta en su corazón.
El desenlace presenta el juicio a los policías, repleto de clichés. Al final, resulta incierto a quién corresponde atribuir el triste epílogo, que se siente excesivamente azucarado y manipulador, como si fuera un tráiler de una película diferente.
La narración se vuelve fría y el desenlace llega de sopetón, y al final el personaje de Hawking está tan lejos del espectador como antes de empezar la cinta.
La cinta es una exquisita exploración de la naturaleza de los sentimientos, el deseo y la identidad sexual, estupendamente filmada y escrita, y coronada por uno de los mejores monólogos que nos ha dado el cine en mucho tiempo.
Quien definitivamente se lleva los aplausos es Liam Neeson, un actor de carácter que ha hecho una apuesta difícil y ha salido avante: recuperar el valor del talento histriónico en el género del thriller.
En una época dominada por los efectos digitales y la estridencia del terror asiático, constituye un logro recobrar el estatus aterrador de una tumba vacía, un cuervo en un cementerio y un jinete galopando en medio de la noche.