Imaginad estar sentados delante de una película que dura 139 minutos, de los cuales 45 sobran y presenta cinco subtramas innecesarias. Al igual que Momoa, al principio resulta atractivo, pero pronto se vuelve agotador.
Es un logro sólido, técnica y dramáticamente. Al igual que sus protagonistas, la película realiza su trabajo con un mínimo de histrionismo, pero con una tonelada de suspense.
No logra generar una profunda furia o tristeza, a pesar de sus intentos. La historia es interesante, aunque no sobresale por su espectacularidad; logra encender la chispa, pero carece de calor.
No es tan mala como parece, ni tan buena como debería ser. Es como un barco romántico que se mantiene a flote en el vasto océano cinematográfico balanceándose entre lo chapucero y lo fabuloso.
El documental de Davis Guggenheim presenta entrevistas recientes, material de archivo, guiones y recreaciones para ilustrar la vida del actor que enfrenta la enfermedad de Parkinson.
Hay tramos extensos en los que Battaglia desaparece por completo de la película, lo que hace que se convierta en una historia estándar sobre La Cosa Nostra.
Este espontáneo documental es por momentos fascinante, pero no es imprescindible. Barker es modesto y respetuoso para mal. Ofrece momentos genuinos de profundidad intelectual y emocional.
Un retrato de un artista a veces hosco, a menudo malhablado, siempre brillante, que es a la vez humano, horrible, hilarante y profundamente conmovedor.