Panahi retrata una sociedad atrapada en el patriarcado, utilizando su característico humanismo y evitando emitir juicios, lo cual produce en el espectador una profunda y gratificante empatía.
Cuando alguien que se cree la reencarnación de Leonardo Da Vinci intenta llevar a la pantalla la compleja obra de William Faulkner, el resultado es inevitablemente pretencioso.
Compensa su carencia de profundidad con una energía arrolladora y emocionantes secuencias de persecuciones. Sin embargo, estas escenas son muy similares a las que hemos visto en anteriores entregas, las cuales solían sorprender, pero ahora ya no tienen el mismo efecto.
Presenta una gran cantidad de personajes y conceptos interesantes, pero al final se siente más como una recopilación de escenas entretenidas que como una obra unificada.
No hace ningún esfuerzo por refrescar la memoria sobre lo que ocurrió en las entregas previas. Los nuevos espectadores de la saga tendrán que usar su imaginación para poder conectar la historia.
Que esta tercera entrega se considere la menos ridícula de la saga no significa que no conserve ese elemento. Las escenas de acción caen en la repetitividad y carecen de la energía necesaria para mantener el interés.
A nivel argumental, la nueva película introduce leves variaciones que son claramente negativas. Su estructura tiende a ser repetitiva y ciertos elementos de la trama resultan confusos. Además, las canciones no aportan valor narrativo.
'Chi-raq' se asemeja a un apasionado sermón. Con un estilo distintivo, resulta genuinamente divertido y atractivo, cargado de una intensa pasión y una rabia auténtica. De una manera imperfecta, complementa a 'Haz lo que debas' de forma ideal.
Mientras deambula entre la comedia y el drama, carece de la gracia necesaria para funcionar como una y de la profundidad para ser considerada como la otra. Además, presenta una torpeza narrativa y una tosquedad formal que se han convertido en el sello personal de Allen.
Supone un cambio en la obra de July, porque los tics se hacen a un lado para que en el proceso afloren una calidez y una ternura genuinamente conmovedoras.
Si el Hellboy de Guillermo del Toro y Ron Perlman era un niño grande, el de Neil Marshall y David Harbour es simplemente un personaje que actúa de manera impulsiva. Carece de la profundidad necesaria y presenta claros problemas de cohesión narrativa.
Se estructura como una sucesión de viñetas. Algunas de ellas son excelentes y abarcan más de lo que pretenden, pero su sátira es casi siempre hilarante.
La película dura 126 minutos y durante casi 100 de ellos, el espectador se siente perdido. Es complicado involucrarse en la intriga central hasta que, al final, comienzan los disparos y la sangre salpica por doquier.
La película ofrece algunos momentos de acción que son visualmente atractivos, sin embargo, son escasos y la trama que los conecta es tan confusa que se vuelve difícil de seguir e incluso cómica.
Es sorprendente que Mark Neveldine no haya incluido humor a pesar de lo ridículo del material que tiene en sus manos. Aún más asombroso es que haya perdido la locura que caracterizaba a 'Crank', lo que le quita un elemento esencial a su estilo.
Es complicado no dejarse llevar por una película tan auténtica y romántica, que aborda con sinceridad la angustia de su directora frente al conflicto entre su creatividad y las demandas del entorno.
La película es sorprendente, no solo por los giros inesperados que presenta, sino también por la audacia con la que Depp busca posicionarse entre los artistas marginados, siendo Modigliani un claro referente en este contexto.
Menos un biopic y más una fantasía inspirada en personajes reales, esta obra fracasa tanto en su intento de sátira política como en representar adecuadamente la celebración de una rebelión feminista contra el patriarcado.