El filme intenta evocar el cine negro, pero no logra consolidarse en ese estilo. Aunque sugiere tener una trama criminal intrigante y emociones intensas, al final, estas expectativas no se cumplen.
Se presenta como un despliegue de estilo carente de contenido. A pesar de los esfuerzos admirables de los directores por mantenernos entretenidos, es lamentable que a menudo pierdan el rumbo.
Derrocha ternura y melancolía, con una exquisita sensualidad. Touzani evita caer en discursos innecesarios y logra que, en los momentos más intensos, la emotividad no se desborde.
Intenta conmover a toda costa, pero su capacidad de impacto emocional se ve torpedeada tanto por la tosquedad de su sentimentalismo como por esos engorrosos 'flashbacks'.
La película no logra mantener su rumbo hacia el desenlace. Las acciones de los personajes se vuelven confusas y las situaciones que enfrentan se tornan poco creíbles.
La voluntad referencial y experimental nunca interfiere con el encantador sentido del humor de la película, manteniendo su ternura y calidez, así como su sutil y efectivo poder de seducción.
Trata de ser innovadora, pero se queda en una repetición de clichés sobre la obsesión de los actores por la edad y la apariencia. El constante desfile de cameos no logra ocultar su falta de profundidad.
Una película de aventuras agradable que logra sacar sonrisas. La química entre Sandra Bullock y Channing Tatum es lo que realmente hace que la experiencia sea disfrutable.
Entre lo cursi y el mal gusto, se presenta una tendencia fallida hacia un humor grosero y un sentimentalismo que culmina en un clímax increíblemente empalagoso.
La película se extiende demasiado, alcanzando 136 minutos que la hacen sentir pesada. A lo largo de este tiempo, oscila sin establecer una dirección clara entre la comedia y el drama.
Brian Crano realiza una película que explora la temática del sexo, pero carece de una comprensión profunda sobre las consecuencias de los deseos físicos.
Magnífica, resulta predecible pero cautivadora. Esto se debe a la variedad y el toque distintivo que el director aporta a cada escena de crimen, así como a la claridad sobresaliente de su narrativa y su impecable sentido del ritmo.
Un despliegue de estilización y seriedad se manifiesta en esta obra, la cual resulta más efectiva como una serie de poses y simetrías visuales que embellecen la violencia, en lugar de ofrecer un crudo retrato de la guerra entre rusos y ucranianos que pretende ser.
Constantemente exige al espectador que tolere la absoluta falta de lógica y la incoherencia tonal y estética. Quien acepte el trato, en ningún momento sentirá el tiempo pasar.
Refleja la transición que el cine de Jia ha experimentado a lo largo de los años. Es una obra diferente: más divertida, más extraña, más inquietante y, tal vez, más trascendente.
Los constantes saltos temporales impiden que Schrader logre crear tensión dramática. De este modo, 'Oh, Canadá' se torna sombrío, no tanto por tratar el tema de la muerte, sino porque carece de vitalidad en su desarrollo.
La trama nos sumerge en un intrigante torbellino de secretos y dudas. Lacuesta y Campos demuestran gran destreza al combinar los elementos del drama familiar y el thriller, creando un ambiente de suspense en cada gesto y cada mirada.
La premisa ofrece oportunidades claras para explorar tanto la comedia como el drama. Sin embargo, a pesar de contar con algunos diálogos que impactan, estos potenciales no se concretan en la trama.
Robert Guédiguian siempre genera expectativas, y su último trabajo no es la excepción. Es cierto que se puede considerar su mejor película en años, aunque esto no implica que sea un gran cumplido.
Se queda en un alarde técnico, pero falto de ritmo lleno de escenas alargadas y diálogos terribles. También habría hecho falta que su interpretación central no fuera tan histérica e histriónica como la que ofrece la actriz Pia Tjelta.