Nadie puede igualar el dominio del ritmo de Spielberg, ni su habilidad para crear atmósferas, ni su espléndida capacidad de adaptar la historia a las exigencias del entretenimiento popular sin perder su esencia.
La apuesta del director por contemplar la historia desde el surrealismo y la intrepidez conceptual degenera en amaneramiento y falta de foco, y sus intentos de poesía macabra se quedan en mero fetichismo necrófilo.
Un extraordinario espectáculo. Un documental vibrante y conmovedor, que actúa como un recordatorio de la sublime experiencia colectiva que la música en vivo puede ofrecer.
Konchalovsky rememora la masacre de forma impactante, pero se muestra interesado principalmente en recordar los esfuerzos del gobierno para silenciarla, y en el proceso logra generar una tensión creciente.
Melfi se dedica sistemáticamente a complacer a la audiencia con una sucesión de momentos que derrochan buenos sentimientos, pero tienden a simplificar las batallas contra el sexismo y el racismo.
Lo que originalmente era una formidable reflexión queda transformada en un melodrama predecible centrado en la relación entre padres e hijos, plagado de clichés que intentan retratar los convulsos años 60.
Hawke ofrece uno de los mejores trabajos de su carrera. Considerando la tendencia de Hollywood a convertir las biografías musicales en narraciones estereotipadas de ascenso y caída, el enfoque adoptado resulta ser un soplo de aire fresco.
Canto a la subversión. Tan provocadora invitación al espectador a cuestionar lo que ve es sin duda idónea para una película sobre un científico que predicó los males de la obediencia ciega.
Rebosa ideas que se apuntan pero no se desarrollan, personajes insuficientemente perfilados; sin embargo, esos déficits casi quedan compensados gracias, sobre todo, a la interpretación de Penélope Cruz.
Desperdicia por completo su prometedora premisa; no logra generar tensión dramática ni desarrollar personajes mínimamente complejos. En el papel del fotógrafo, Depp ofrece una interpretación excesivamente caricaturesca.
Es una película absolutamente maravillosa un fresco de una sociedad y un tiempo de modestia apabullante, y que aun así derrocha serena épica y sutil emotividad.
Igual de efectiva como cine negro que como crónica social de la Argentina de los 70, ofrece un retrato asombrosamente atmosférico de un mundo infectado de amoralidad y paranoia.
Es un biopic competente aunque no deja una huella perdurable. El esfuerzo de Depp por sumergirse en su papel mediante múltiples capas de maquillaje y prótesis resulta inquietante, pero esta vez, por razones adecuadas.
En un alarde de pretenciosidad, Angelina Jolie intenta replicar el estilo cinematográfico de Michelangelo Antonioni, pero solo consigue crear una parodia involuntaria.
Descarado biopic que apenas profundiza en la política de la ex Primera Ministra inglesa. La película se esfuerza por presentar a su protagonista como no solo respetable, sino también conmovedora y admirable.