A Dahan le falta firmeza en el pulso para sostener el equilibrio melodramático de la historia, pero sí maneja adecuadamente el desarrollo del viaje en esta 'road movie'.
Miniatura a lo Kaurismaki. Hay situaciones a ambos lados de la barra del bar que podrían marcar el inicio de un nuevo estilo de baja comedia, a pesar de que la película se presenta como un drama disimulado.
Cesc Gay juega con la confusión que rodea a sus parejas dobles, generando en el espectador una sensación de ligero desconcierto que refleja la complejidad de la vida misma. Esto otorga a la película un toque de cercanía, complementado por la naturalidad de las interpretaciones.
El mecanismo argumental es ingenioso. Rodríguez mantiene el pulso insolente y provocador de '7 vírgenes', así como una mirada compasiva hacia sus personajes resecos y agostados.
Una narración directa y vívida en detalles, con momentos de una elocuencia asombrosa. Es ese cine poco frecuente que no solo habla, sino que realmente se hace sentir. Absolutamente colosal.
Una de esas películas que caben en la palma de la mano, pero que se puede uno quedar embobado mirándola. Hecha a pie de calle, con esos personajes que sólo pueden ser verdad.
Capítulo abultado y envanecido, donde la supuesta 'frescura' se escapa por completo. Las situaciones se alargan y enredan, y los diálogos más destacados caen en lo procaz.
El argumento podría ser el tema de un ensayo filosófico. Es una comedia que, naturalmente, da paso al melodrama, el cual resulta predecible y lleno de tópicos, con una trama bastante simplista.
El director opta por los senderos más evidentes de la narrativa, lo que resulta en elementos impactantes: la trama es excesiva y común, presentando una historia entrañable que se refleja en un espejo distorsionado.
Putas de manual. Aranoa ha escrito buenos diálogos para sus personajes, pero parece distante de ellos, como si los observara desde lejos. Existen escenas que son sorprendentemente complacientes con el tema que se aborda.
Cine alemán de sangre caliente. Una historia luminosa y soleada, con su toque de tristeza y vecindad. La simpatía que exhalan sus dos protagonistas resalta en cada escena.
Hay algún pequeño desajuste visual o sobreimpresión trampa con el fin de que el discurso narrativo tenga intriga, peligro y sentimiento, pero lo importante es que te deja ver lo que desde tu terraza ni sospechas.
Eo sufre todo tipo de experiencias, y Skolimowski se esfuerza por mostrar la distorsión de su perspectiva. La música es desagradable. Sin embargo, su mayor virtud radica en su duración corta y en que ninguno de los actores eclipsa al burro.
Ni la trama ni sus detalles resultan intrigantes; quizás aclaren algunas interrogantes sobre los derechos de los animales, pero, ¿qué pasa con los derechos del espectador?
Además de ser altamente entretenido, el trabajo destaca por la calidad y precisión de sus imágenes, las cuales crean una narración ágil, divertida y educativa.
Desde una perspectiva exclusivamente cinematográfica, la calidad de lo que se ve, se oye y se siente en «Cantábrico» puede añadirse a la categoría de lo nunca visto.