Una de esas películas que dicen 'cosas', que radiografían un estado de ánimo tan personal como generacional y que, desde luego, y es lo raro últimamente, no da lo mismo verla que no verla.
No es fácil encontrarle un asidero ni a su historia ni a su puesta en escena. Aquellos que no son aficionados al género tendrán aún más dificultades, ya que se sentirán rebotando contra ella como si fuera una cama elástica.
En resumen, está todo cuidadosamente planeado, con un toque de gracia y atractivo visual que seguramente deleitará a los fanáticos de este género cinematográfico. Para los demás, será mejor buscar alternativas.
Hay un torrente de violencia explícita que encamina el argumento hacia lo cercano al gore. Se echa en falta un giro de guion que aporte grandeza o profundidad a lo turbio.
Abbasi toma esta historia, posiblemente verdadera, y la coloca en el contexto significativo de 2001 y el 11-S. No se centra en añadir tensión policial, sino en ofrecer una profunda carga social en el retrato de la vida de esa mujer.
Cuesta trabajo no interpretar este supuesto 'thriller' como una comedia. Dos aspectos impiden que la intriga cumpla su propósito: la torpe dirección y el hecho de que rápidamente te posiciones del lado del que amenaza a Pacino.
Pese a contar con todos los elementos necesarios para ser convincente, el resultado es todo lo contrario. Es una historia real que todos deberían conocer, aunque esta película solo logra hacerle algo de justicia.
Si no estuviera el perro Arthur, sería una película burra, extrema, implacable, al modo de otras de Mark Wahlberg, pero, con el perro ahí, es un cuento familiar lleno de sentimientos y buenos mensajes.
La película es una «road movie» amable, con cierta intensidad sentimental y con ese punto de superación «peliculero» que se instala fácilmente en el celuloide.
Posee la ambición de ser una película difícil de clasificar, con secuencias de sorprendente intensidad, un argumento que sorprende constantemente y situaciones que resultan complicadas de asimilar.
La película destaca por su rica variedad de ambientes, su impresionante fotografía y las diversas situaciones que presenta. Además, se caracteriza por su enfoque sincero hacia la emocionalidad. Es una obra que fluye suavemente, extendiéndose un poco más allá de su desenlace.
Lo que era un vuelo rutinario se tuerce y empieza una peripecia que no hay otro calificativo para ella que el de muy entretenida, llena de accidentes y situaciones en las que sobrevivir construye el grueso del guion.
Más encanto, más aventura, más madurez y a más altura. La película vuela sin perder ni un gramo de interés y fascinación, con todas sus claves y códigos del cine militar, romántico y de aventura extrema.
Con gran destreza cinematográfica y una seducción visual envolvente, Levan Akin cuenta la historia de Merab. Su narración presenta de manera cautivadora el entorno familiar del protagonista y incluye instantes de genuina claridad.
Sin lograr sobreponerse a su gran escollo, que es su difícil encaje con lo verosímil y su exhibicionismo sentimental, la película logra enjaular momentos de notable intensidad.