Lo que hacen los Coen en esta película es su habitual juego de buscar los aspectos oscuros de las cosas de manera simpática, creando un guiñol repleto de nostalgia y acidez.
El trabajo de Javier Cámara es impresionante y fundamental, elevando el nivel de la producción. David Trueba, con gran lucidez y sentido del humor, logra desenmascarar la compleja tarea de fusionar dos conceptos a menudo considerados incompatibles: memoria e historia.
La película es reflexiva y elegante. Barbara Sukowa interpreta al personaje con gran carisma, y la inclusión de archivos, datos e imágenes documentales contribuye a crear un ambiente adecuado para sumergirse en la historia.
Una de las películas más hermosas de los últimos años. (...) Rafaela Aparicio borda con hilos fuertes un personaje y una interpretación más grande que el mayor premio.
Tras un primer acto interesante, la película se desliza hacia la repetición y el desinterés. Las películas de juicios pueden ser cautivadoras, pero 'El caso Goldman' arriesga al no ser realmente entretenida ni apasionante.
Toda la dirección del argumento se mueve hacia un lugar previsible, pero agradable de recorrer tanto en lo romántico, como artístico o culinario. Se llega allí sin sorpresas y se agradece el encantador viaje.
El argumento avanza rápidamente, con un ritmo frenético, un humor ácido y una música enérgica. Todo es magnífico, pero lo verdaderamente glorioso es la enfrentamiento entre las dos Emmas.
Trueba deja que lo cotidiano fluya en su meticulosa ambientación. La narrativa se desarrolla de manera amena, equilibrando con destreza la comedia y la tragedia, todo ello en perfecta sintonía con el elenco.
Depp está excepcional en su interpretación, desbordando su complejo 'yo' en el personaje de W. Eugene Smith. Aunque carece de sutilezas, la película logra transmitir un encanto preanalógico a través del uso repetido del verbo revelar.
Es a la vez un espectáculo explosivo, enérgico y a la altura magnética del grupo y de su líder. Como espejo del original, tiene un vaho que lo empaña; pero como montaje musical es un maravilloso espectáculo.
Cuando aparece el título, ya han ocurrido tantos eventos que uno se impacienta en su asiento. Sin embargo, a medida que avanza la trama, se siente más intención que resolución.
Magnífico retrato con tres o cuatro trazos de la dignidad y fuerza de una mujer. Streep y Hanks están a la altura de sus increíbles personajes; la puesta en escena es insuperable, y el ritmo se siente preciso.
El director maneja con destreza una variedad de recursos visuales y sonoros, así como las actuaciones, logrando que el espectador, desde su butaca y en la penumbra de la sala, desee que se encienda una luz.
Un texto maravilloso, de una belleza, profundidad y sentimiento que trastornan, y una imagen evocadora en blanco y negro que te satura de emociones y reflexiones.
Es tan espectacular la horma maestra de la inconexión narrativa como el cúmulo de tedio disfrazado de caligrafía humorística sin resultados visibles, o risibles.
Un buen autorretrato y, al tiempo, un buen paisaje neblinoso inglés. Lo que incita a ver esta película es lo que más esconde en el fondo: la interpretación de Meryl Streep y el hierro de Margaret Thatcher.