Su atractivo está en la sencillez del relato de la evolución del hombre y en la sutileza de algunos de sus mensajes para el público infantil. No es Pixar, pero es divertida de una manera, digamos, francesa, y tiene su razón de ser vista.
Roma es una película depresiva e infructuosa, ya que parece que Wenders agotó toda la sal en su anterior film y le ha quedado muy poca para este. Resulta bastante sosa.
Lo ejemplar del trabajo de Reeves es que prevalezcan las contradicciones, y que el espectador no mantenga ante la historia un prejuicio de especie, sino que emocionalmente pueda alternar las trincheras según la lógica del relato.
Es imposible recordar todos los gags y hallazgos visuales que se mezclan, y resulta un tanto desconcertante sorprenderse a uno mismo entre risas y reacciones inesperadas.
A la acción desenfrenada y a la tensión incesante, la película logra equilibrar con dosis prudentes de humor, lo que la hace accesible para todos los espectadores.
El filme exhibe un exceso de estilo que solo se ve atenuado por la magistral interpretación de los actores. El drama, el romance y el espíritu se ven consumidos por el despliegue visual de Baz Luhrmann, tal como ocurrió anteriormente con Shakespeare.
La película evoca ciertos valores muy valorados en la infancia, requiriendo una cuidadosa disposición de cada emoción. Campanella muestra una notable solvencia técnica.
Es evidente que el reflejo cinematográfico no está a la altura del original ideado y dibujado por Uderzo y Goscinny, y que el cine sólo puede trasladarle al público algo entretenido, gracioso, 'digno' pero ya sin la grandeza del cómic.
Yates parece aspirar a mantener un ritmo de 'última escena' desde el inicio de la película, lo que genera una sensación de continuidad incesante y de tensión sostenida. El final se presenta como intrigante y astuto.
Tal vez el título y el tema no inviten al entusiasmo, pero una vez dentro de la película lo cierto es que todo lo que se muestra allí es espectacularmente bueno.
Le falta ese sentido del humor y conexión con el mundo infantil que aporta luz, claridad y alegría. Es una pena que todo se sienta demasiado convencional para un director tan provocador como Snyder.
El 3D está bien logrado sin provocar mareos, y el ingenio y la diversión destacan; sin embargo, también hay momentos y situaciones que rinden homenaje al original.
Allí donde se unen el cine y la fantasía, se sale ebrio de imaginación, pero completo, porque la película ha tenido la prudencia de sostener el trasfondo ligero del cuento, el 'érase una vez', en un envoltorio abrumadoramente perfecto.
Película que se mueve con elegancia por las profundidades de la moralidad, resultando turbadora e inquietante. Es recomendable disfrutarla con la menor cantidad de clichés y conceptos preestablecidos.
En el proceso de digitalización de la carne, la pantalla recoge toda la traza y la apariencia de los actores, pero no logra capturar su esencia, lo que afecta la conexión con la trama. Sin embargo, hay escenas magníficas que destacan en medio de esta desconexión.