Mortensen realiza una actuación excepcional, convirtiendo esta historia en una profunda reflexión sobre finales y comienzos. La forma en que se traduce en imágenes añade un fascinante nivel de intriga a esta exploración interna.
El gran mérito de Mitre es encomendarle a Darín todo el peso de la trama, acompañándolo con actores que aportan una esencia sublime. La historia es intrincada y reveladora, brindando una experiencia cinematográfica memorable.
No se puede culpar a Lisandro Alonso por el sopor que genera su obra, porque ofrece la oportunidad de apreciar la limpieza y diversidad de su estilo, así como la forma en que a veces simula una profundidad que no siempre está presente.
La película carece de acción y emoción, lo que provoca que la trama se sienta lenta y poco interesante. El guion parece no seguir el ritmo de la historia, dejando al espectador desconectado de lo que ocurre.
El discurso, la acción y los personajes se presentan de manera incisiva. Entre todos los intérpretes, es el perro quien realmente parece estar a gusto en su papel, mostrando una comprensión clara de su texto y del contexto en el que se desarrolla.
El director utiliza de manera ejemplar los espacios de acción, planificándola de una forma que desafía las convenciones del género de terror. Es una película sombría, pero con una paleta de grises rica en aspectos morales y sociales.
Un policíaco intenso y directo, filmado con energía y pasión. Las actuaciones son audaces, llenas de confianza, mostrando una gran exigencia tanto física como moral. La historia mantiene al espectador totalmente inmerso en su desarrollo.
Es una obra excepcional que destaca por su brillantez y singularidad. Su naturaleza ambiciosa y visionaria la convierte en una experiencia inquietante y sorprendente, llena de riesgo y originalidad, aunque a veces se siente un tanto desequilibrada.
La ambientación, la textura, la música y el diseño de época son exceletes, al igual que el diseño del personaje. Sin embargo, la representación de Trump es escasa y no refleja la imagen que conocemos.
Es un homenaje a la libertad de expresión. No se trata de cuestionar el título, sino los motivos detrás de su elección. En definitiva, el trabajo de Guzzanti se destaca por ser hábil, directo y lleno de sarcasmo.
'Emilia Pérez' es una obra ambiciosa y deslumbrante. Integra diversas géneros como el musical, el melodrama, la intriga y el thriller, abordando la complejidad de la transexualidad desde ángulos poco convencionales.
Genio y figura de una mujer en una esquina. El director, al evitar ser el centro de atención, logra la notable hazaña de crear un cine puro en un espacio donde resulta más difícil.
No hay que esperar momentos de calma, ya que la película está llena de acción constante y golpes. Aquellos que disfrutaron de las entregas anteriores de «Transporter» seguramente se encontrarán encantados nuevamente con esta.
Una experiencia narrativa embriagadora que transita desde la risa hasta el desagrado, pasando por momentos de extrañeza y reflexión; presenta un conjunto notablemente desequilibrado y caótico.
La música flamenca, la estética poética y el uso del contraluz realzan los dos escenarios inalcanzables de la película, que se desarrolla entre la procesión y el repique de campanas.
No hay mucha palabra, algo de conversación y sí una invitación constante a la meditación, al conocimiento, al encuentro consigo mismo. Más que un documental o película, 'Blow Horn' se presenta como unos ejercicios espirituales.
Ben Stiller revitaliza y da un nuevo enfoque al relato de James Thurber, transformándolo en una fábula empresarial y romántica. La película se destaca por su asombrosa fantasía visual que sorprende e inspira.
Una película de intensa tensión romántica, aunque el hecho de que quienes protagonizan ese amor lo hagan tal vez le reste originalidad, colocándola en una categoría conocida.
Es la transformación del cine negro de los Coen en una comedia oriental con escenas impresionantes, aunque algo ingenuas. Pronto se convierte en un 'noodle western' con un tono más bien burlón.