Lu Chuan opta por dar un giro narrativo inspirado en Spielberg. Aunque no se trata de 'La lista de Schindler' ni de 'Salvar al soldado Ryan', hay secciones en esta obra cinematográfica que pueden competir sin problemas con ellas.
Película que sabe hablar bajido de las grandes cosas y bien alto de las pequeñas. Lo que vemos, esos tiempos solapados y memorias exprimidas, rezuma la calidez del homenaje.
Consigue milagrosamente el franqueo necesario para llegar a su destino y transmitir esa brutal y pasional corriente de amor de sus originales, en especial del literario al que se arrima más. (...) El cuadro es amplísimo y la cinematografía brillante; la elegancia y calidad formal está a la altura del fondo apasionado y emocional de esos personajes.
Adaptación perfecta. La mirada en blanco y negro, la exquisitez de la sinfonía visual de Paula Ortiz y la precisión de las texturas logran crear un magnífico bordado cinematográfico, insuperable.
Aceptable. La magnífica ambientación y el uso de la música clásica en sus momentos dramáticos hacen de esta película una experiencia visualmente atractiva. Aunque carece de una profundidad y refinement significativo, logra transmitir una esencia cinematográfica efectiva.
Técnicamente, tanto en lo visual como en la compleja banda sonora, la película ofrece lo mejor de sí misma, con una construcción del plano y de la secuencia muy bien trabajada.
La potente imaginación del cineasta convierte la película en un constante estupor visual y en una trama llena de hechizo y pavor, sin que ninguna de las dos destruya a la otra.
Esta película presenta una nueva división del mundo: aquellos que esperan y aquellos que nunca llegan. Elocuente silencio complementado por la expresión altiva de Mercedes Sampietro y la postura derrotada de Álvaro de Luna.
No es contenida emocionalmente, y tal vez ni siquiera se busque o se merezca esa contención, pero ello hace que se resienta en su impacto contra un espectador más resabiado en el uso del tópico cinematográfico.
Se puede apreciar una sutil gracia en los momentos de la parada en Cannes, así como en la presencia juguetona de Liz Taylor, interpretada por Serinda Swan.
Una narrativa sencilla y clara que busca facilitar la comprensión de los hechos y los personajes, a pesar de su entrelazado temporal. Está bien ambientada y presenta una atractiva construcción de los personajes.
Hay muy buen gusto narrativo y visual. La película es «bonita» y aunque su «mensaje» de compromiso esté ya un poco sobado, no deja de ser grato escucharlo.
Lee Daniels dirige con maestría una orquesta de talentos, pero no arriesga en la narrativa. Los personajes entran y salen de escena de manera convencional, como si se tratara de un libro de historia infantil, y carecen de un punto de vista más profundo.