El metraje se alarga más de lo aconsejado y Hooper enfatiza en exceso lo que relata, resultando en momentos de repetición. En lugar de añadir, quita interés. Además, el final resulta ser demasiado sentimental.
Aunque en ciertos momentos el relato se siente un tanto predecible, la conexión entre los dos personajes es, sin duda, lo más destacado de la película. Irons logra hacer creíbles incluso las líneas de diálogo más inverosímiles. Será interesante observar cómo evoluciona Patel en el futuro.
Tal vez la anunciada por el propio realizador como su despedida del cine animado, sea su obra menos fantasiosa. Lo que siempre logra Hayao Miyazaki va más allá de sus trazos reconocibles y su animación.
Las actuaciones son lo mejor del filme, que se ve con simpatía, y que sin ser una obra redonda cumple con el propósito de entretener, con giros en la trama y sí, la presencia de sus estrellas.
El complot, tanto aquí como en 'Asesinato...', está bien aceitado. Y los manierismos de Poirot son toda una delicia. Compro más a Branagh como el protagonista que como el director, porque la película se deja ver, sí, las dos horas y minutos pasan volando.
El discurso del rey presenta una calidad tan impecable que, en ciertos momentos, se puede notar que estamos ante una pantalla y se aprecian algunas costuras. Sin embargo, es un trabajo digno de un orfebre.
De ritmo implacable, que hace que no se noten las tres horas que dura, 'Oppenheimer' es un espécimen raro del Hollywood actual, el que seguramente le llenará de candidaturas al Oscar.
Dibujada a mano por humanos y no por computadoras, la película se ha dicho que combina algunos hechos de la propia infancia de Miyazaki, un cineasta que si en verdad se retira, lo ha hecho con un canto de cisne. Enredado, perturbador y fascinante.
Es tan entretenida como en algunos momentos ridícula. Mangold le aporta energía, sin embargo, no consigue crear una película con el carácter personal que tenían las tres primeras, que llevaban la firma distintiva de Spielberg.