La película se distingue por su capacidad de escapar de la típica fórmula de Disney, apartándose incluso de la historia que le da origen. Gillespie aporta un tono más sombrío y misterioso, logrando que la Cruella interpretada por Stone tenga una personalidad y una presencia únicas.
Veiroj no es codicioso y eso beneficia al filme, porque elige mantener el relato en su tono, y en ese camino sinuoso de Brause, el director sabe bien cómo llegar al destino.
McCarthy suele destacarse más cuando evita la comedia superficial del nuevo cine americano y se atreve con personajes más complejos y multifacéticos, como ocurre en este filme.
El director evita los excesos visuales, permitiendo que la cámara pase desapercibida. No es un filme contemplativo, aunque logra plasmar de manera auténtica la cotidianidad y la rutina de la familia y su hogar.
La personificación de Lorenzo Ferro, quien nunca había actuado ni pisado una clase de teatro, es así perfecta y maleable. Ferro fue, para Ortega, arcilla en un filme que resulta arriesgado y potente.
No sería lo que es sin los dos actores protagónicos. John David Washington está estupendo, se come la película y tiene un carisma que prueba en cada escena en que se luce.
Un filme contundente, que (re)descubre el talento de Naishtat, esta vez, sí, con una película más ambiciosa y que seguramente llegará a un público que, hasta el momento, no lo conocía.
Spielberg demuestra su habilidad en la narración. La película está llena de diálogos prolongados y diversos contrapuntos. Sin caer en el moralismo ni en una exaltación patriótica o fanática, transmite su perspectiva de manera efectiva.
La mejor parte del filme es, sin duda, la actuación de Plummer. Sin embargo, el metraje se siente algo prolongado y muestra una falta de ritmo. Al final, se convierte en una producción más de un director que logró captar la atención de su audiencia.
Ryan Gosling y Russell Crowe presentan una dinámico dúo que evoca a las emblemáticas parejas del pasado en esta brillante comedia de acción con un estilo setentista. Hay un evidente tributo a lo retro en la obra de Shane Black, quien se propuso realizar un filme en la línea de aquellos que ya no se producen hoy en día.
Un filme de box necesita, además de punch, corazón, historias de triunfos, sacrificios y, cuándo y cómo no, controversias. 'Manos de Piedra' las tiene.
Sebastián Borensztein se atreve a algo inédito en el cine argentino. No hay exceso en ninguna escena de violencia, ni en los enfrentamientos verbales que se intuyen entre el militar y el policía.