Aunque podría considerarse un tanto amanerada, The Artist ofrece algo que el público busca tanto en festivales como en salas comerciales: una historia verdaderamente cautivadora.
La segunda y posiblemente última película derivada de la exitosa serie de televisión de Julian Fellowes es tan absurda, tonta e innegablemente entretenida como siempre.
La primera mitad que gira en torno a Edith y Basil es realmente impresionante. Sin embargo, la segunda parte presenta una historia de amor juvenil que carece de la profundidad de la anterior. Tal vez eso sea deliberado.
Oldman interpreta a un cínico J Mankiewicz en esta película filmada de manera excepcional. Retrata el Hollywood de la época dorada y expone la corrupción que lo rodea.
Al igual que en la original, el final resulta algo empalagoso, pero el inicio es verdaderamente magnífico. Se puede admirar por su meticulosa elaboración y técnica, funcionando como una auténtica máquina de generar nostalgia.
Un juego de ingenio que combina dulzura y tristeza, resultando en una obra insustancial pero encantadora, acompañada de una bella fotografía. Se siente una nostalgia algo pedante hacia la época dorada del Hollywood de los años 30.
La película presenta un humor auténtico, aunque en algunos momentos se siente un poco excesivo. El guionista Ronald Harwood logra desarrollar de manera efectiva la dimensión emocional de la historia.
Incluso los detractores de Von Trier, como en mi caso, deben reconocer que se trata de una obra intrigante, técnicamente lograda y con actuaciones destacadas.