Los ecos contemporáneos no suenan con la fuerza esperada. Afortunadamente, la película se destaca por sus impresionantes efectos visuales y sus espectaculares secuencias de batalla.
Thomas Sainsbury da vida a un hombre divorciado que, ansioso por escapar de su pasado, se enfrenta a un viaje intrigante que, lamentablemente, no cumple las expectativas en su desenlace.
El debut de Matt Vesely establece claramente su estilo, destacando especialmente la habilidad de un solo actor que recorre grandes distancias complementado por múltiples interpretaciones vocales.
La película establece paralelismos entre las dificultades de los trabajadores polacos inmigrantes en Noruega y la homofobia que enfrentan dos jóvenes amantes, aunque no logra unir completamente ambas tramas.
Es lamentable que Durall no logre capturar el estilo visual que esta intensa y elegante historia requiere, lo que resulta en una atmósfera que se siente monótona y algo insatisfactoria.
Una trama absurda y febril combinada con unos efectos poco convincentes y un gore exagerado hacen que este horror de cocodrilos se disfrute en pequeños bocados.
No logra ser creíble como drama social de los años 70 y no ofrece el enfoque de thriller urbano que promete. Se siente más como una mezcla torpe, aunque tolerable, de ambos géneros.