La representación de un momento tumultuoso en la historia de Noruega no logra ser precisa y puede resultar confusa. Sin embargo, la película resalta y se desempeña efectivamente en el contexto épico.
Cabalga entre el excesivo cuidado en la recreación estética y la soterrada tensión que anida en el texto. La potencia emocional de los deseos callados no llega a expresarse en toda su magnitud en las imágenes.
Ofrece una extensa variedad de personajes, entornos y elementos característicos del mundo de la fantasía infantil, presentados de manera sencilla; carece de audacia, pero muestra firmeza.
Gunn logra desmantelar todo y sumergirlo en el delirio y la parodia. Esa es la única ventaja que tiene este escuadrón suicida en comparación con la versión anterior.
Curiosa premisa que aborda la crítica a la precariedad laboral y la conexión entre representación y realidad. Sin embargo, la teatralidad del texto y las actuaciones irregulares de algunos intérpretes afectan la experiencia.
Es una película centrada en diálogos e interpretaciones. De este modo, se genera un tono auténtico y a menudo espontáneo, lo cual es un gran logro del director al haber logrado plasmarlo, siendo lo más atractivo de esta propuesta.
Desarrolla quizás en exceso tramas, situaciones y personajes, pero la película tiene un ritmo único y se niega a seguir los clichés típicos de este tipo de historias, ofreciendo escenas realmente hipnóticas.
La tensión en el filme se presenta de forma sutil en ciertas escenas, mientras que en otras, es más directa. Aunque se puede considerar un trabajo menor de Polanski, esto no implica que su calidad como autor haya disminuido.
Es una obra breve que presenta una combinación de elementos saludables. Oakley narra una historia de crecimiento, generando una atmósfera que resulta más inquietante de lo que realmente es.
Es la reinvención del talento de un cineasta. Wenders regresa con gran presencia y aunque a simple vista parezca que no sucede nada, hay una profundidad de emociones íntimas y momentos significativos.
A pesar de tener una trama y personajes bien construidos, 'La ley del mercado' sucumbe al estereotipo del cine social, y en varios momentos se siente exagerada y poco auténtica.
Lindon, con su poderosa actuación, se adueña del plano. Stéphane Brizé utiliza un juego de espejos que refleja la realidad de manera efectiva, creando una profunda conexión con la audiencia.
Es una comedia agridulce que se mantiene ligera y rara vez se adentra en lo trágico. Con un tono amable y momentos agudos, presenta imágenes interesantes, brindando una experiencia valiosa.
El edificio y el trabajo se presentan como una poderosa metáfora de un tenue ascenso social, narrado desde una perspectiva visual cautivadora y respaldado por la destacada actuación de Gabriela Cartoi.
El personaje es fascinante, y la narrativa ficticia que Ribes construye a su alrededor es cautivadora. La cámara logra plasmar una realidad auténtica y directa.
Una película interesante en su concepto, aunque sus logros son escasos. Resulta más encantadora que magistral, y se siente más convencional que provocadora.
Todo lo positivo que muestra la película en su primera mitad se desmorona hacia el final. No logra definir claramente la línea entre la enfermedad y la fantasía.
Una reflexión lúcida y amarga sobre la persistencia de las imágenes. ‘Cerrar los ojos’ se presenta como una obra lírica y profundamente melancólica, mostrando el compromiso de un director que se resiste a abandonar el cine.