Tiene muy buenas ideas y peores resoluciones. Hay imágenes cautivadoras y perturbadoras, pero el tono general carece de la rugosidad que su trama sugiere.
García mueve bien las piezas, aunque incurre en un ternurismo ausente en sus primeras películas. El filme es tan contenido como previsible, con alguna solución de guión impostada.
Una película desequilibrada, solvente en algunos momentos pero insuficiente en otros. Es un reflejo de cierto cine estadounidense y, a la vez, demuestra un claro intento de crear un estilo propio y diferenciado.
La complicidad de Christina Rosenvinge con la directora es esencial para lograr la apariencia de naturalidad que caracteriza a la película. Todo transcurre de manera orgánica y conmovedora.
La animación no genera distanciamiento; más bien, lo opuesto. Aunque algunos elementos de la revolución no se explican con claridad, se destaca la figura del reportero como un personaje poderoso.
En comparación con la versión clásica de 1947, el tema ya no se siente tan impactante o profundo, y el estilo de del Toro no aporta una dimensión más audaz.
Si bien Taylor es contenido, también resulta excesivamente pragmático en las diferentes tonalidades del filme. La historia carece de una mayor pulsión e intensidad dramática.
La película no olvida sus raíces teatrales, destacando el intercambio actoral entre Anthony Hopkins y Olivia Colman como su principal atractivo. Se presenta como un guion diseñado para resaltar las habilidades de los actores.
La virtud de la película es que aborda el doloroso tema del Alzheimer de una manera sincera. Sin embargo, algunos personajes y sus relaciones no están completamente desarrollados, aunque el elenco realiza un buen trabajo actoral.
Puede que este tercer volumen supere a los dos anteriores, que ya eran buenos por sí mismos. No le faltan elementos que nos reconcilian con el cine de Marvel.
Salen todas y todos los esperados y se enfrentan a un villano histriónico representado por un Jason Momoa excesivamente enérgico. Es un puro delirio, con un exceso descontrolado.
Russell mueve los hilos de su hiperbólica trama confiando en sus intérpretes, la reconstrucción retro de la época y los vaivenes de un relato que a ratos interesa, en otros desconcierta y en la parte final se acelera.
Es un filme de personajes que plantea una interesante pregunta: ¿puede nacer una gran amistad y complicidad entre un ladrón y su víctima? La película examina esta aparente contradicción de manera efectiva.
Es evanescente, más atenta a las fugas casi fantásticas que a una cierta virulencia combativa en cuanto a los temas tratados. Un peculiar ‘coming of age’ muy ‘britpop’.
Una aventura fantástica infantil, ingenua e inocente, destinada a un público indeterminado, sea o no seguidor del famoso videojuego original, con un Jim Carrey pasado de vueltas.
Es un análisis del comportamiento de las mujeres a lo largo de las generaciones, aunque es bastante superficial y no se atreve a explorar en profundidad.
De las disquisiciones sobre políticas económicas y éticas sociales, la película deriva hacia una oda a la comprensión y la aceptación con dos excelentes actores.