El siempre provocador Lars von Trier ofrece aquí una mezcla de juego perverso, comedia negra, 'thriller' naturalista y retrato de un demente compulsivo.
El resultado es muy disperso. A ratos, se observa como si fueran dos películas diferentes que chocan entre sí. No es necesario ser totalmente fiel al original que se versiona o reinventa, pero tampoco se debe usar de manera inconsistente.
Un filme inquietante y abstracto, deslumbrante en su puesta en escena, lleno de misterio e ironía. Resulta complicado comprender por qué las personas se insultan o agreden.
No es solo una película para los aficionados al tenis. Se puede disfrutar sin necesidad de aplaudir una dejada sublime, ya que está diseñada como un drama psicológico con elementos de intriga que logran captar el interés del espectador.
Lo mejor del filme reside en la composición que Bening hace de una de las actrices más singulares que dio el viejo Hollywood. Sin embargo, a pesar de su melancolía, carece de una mayor sustancia dramática.
Puede que 'Todo el dinero del mundo' sea recordada por cuestiones éticas, como la decisión de eliminar a Kevin Spacey del elenco. Scott ha intentado que el escándalo no afecte la reputación de la película.
El filme resulta excesivamente disperso, sin claridad en su enfoque. A lo largo de la trama, no logra decidirse entre un thriller psicológico, una reflexión sobre el fanatismo religioso o un drama de supervivencia.
Es cine de género, pero también una película de autor. Anger envuelve al personaje con la introspección y tensión adecuadas, mientras que Canet equilibra contención y exceso a partes iguales.
Reconstruye la historia de estos héroes del 'playback' con poca distancia crítica y un interés algo exagerado en dejar bien a los dos 'músicos', gente humilde devorada por un sistema corrupto.
Se sirve de la trama urdida por James, para, en una apuesta muy interesante, efectuar una especie de historia de la música disco y el techno, de sus representación social y estética.
Sorrentino nos sorprende ahora ni más ni menos que con Diego Armando Maradona. Resulta un filme bastante menos abigarrado de lo habitual en el director, más seco y conciso si se quiere.
Stünkel rueda con extremada calma, incluso los momentos de mayor tensión. Es un filme muy austero, distinto a cualquier otro que se haya hecho sobre los complejos entresijos de la Alemania Oriental.
Excelente filme en el que destaca su tono mesurado y la contención de sus momentos cumbre, filmados con sutilidad y tan discretos como efectivos efectos especiales. Está repleto de hallazgos.
Posee un pulso destacable al explorar los sentimientos y rechazos que conectan a las personas a lo largo del tiempo. No es una película que asombre, pero ciertamente logra seducir.