Es una película entretenida, pero no es necesaria la experiencia de verla en la pantalla grande. Harrison Ford tiene un carisma que fácilmente capta la simpatía del público.
Una película que destila la esencia del 'Tío Vania' de Chéjov, explorando temas como la soledad, la desilusión de vidas desperdiciadas, el anhelo de amor y la profunda desesperación.
Su ritmo es ágil, conoce bien el tema que trata y es fascinante en su retrato de la política y la estructura de un grupo terrorista. Se aproxima de manera impactante a la realidad.
Al final es tan absurda que resulta imposible tomarla en serio como un thriller o cualquier otro género, a pesar de que hay instantes en los que logra funcionar.
Esta película retrata una América muy distinta a la que aprendí en clases cívicas o a la que me refiero al prometer lealtad a la bandera. Estoy consciente de que recibiré críticas por ser parcial, pero me pregunto, ¿cuál es la otra cara? Vean esta película y después me cuentan.
El modo de disfrutar esta película es poner la lógica en pausa, junto con cualquier sensibilidad que pudiera ser vulnerable, y sumergirse en ella como si fuera un video juego.
El filme aborda el vudú con seriedad, presentándolo como una religión. Resulta sorprendente cómo transforma las imágenes más escalofriantes en algo creíble.
No es una película triste, ya que Leigh, conocido por reirse de sus personajes en su trabajo anterior, esta vez muestra un profundo cariño y protección hacia ellos.
Un recargado ejemplo de exceso melodramático. Tiene argumento suficiente para tres películas, aunque no lo suficiente para que tenga sentido esta. A cierto nivel es posible apreciar el trabajo puesto en ella.
Es oscura, pero sorprendentemente entretenida. Lamentamos la reciente muerte de Shakur, quien brinda su mejor actuación como Spoon, un músico decidido a liberarse de las drogas.
Un trabajo atrozmente incompetente dentro del género de 'Basic Instinct', repleto de diálogos que sólo un guionista podría disfrutar, y con una trama que mezcla la intriga con la confusión.
Ullman transforma "Ansikte mot ansikte" en un filme esencial para los amantes del cine, ofreciendo una exploración psicológica que no se había visto en el cine desde su obra "Persona".