La película es un notable ejemplo de estilo. Es sutil y evoca emociones profundas. Pocas cintas han capturado con tanta atención la complejidad de las relaciones humanas.
Ofrece exactamente lo que promete. Es un gran espectáculo con numerosas escenas de riesgo y efectos especiales. Aunque debo reconocer que nunca logré creer en su argumento, esto no me incomodó en absoluto.
Nos absorbe lo que sucede en pantalla, nos seduce la fotografía y podemos disfrutar de las chicas guapas que acompañan al héroe. El argumento carece de sentido, pero ninguna película es perfecta.
El film de Mann supera con creces el libro incomprensible de Cooper y se convierte en una digna continuación de la versión protagonizada por Randolph Scott.
El último concierto realiza una de las cosas más interesantes que puede lograr una película: mostrar el proceso de trabajo de profesionales altamente cualificados.
Se trata de un marco que podría haber utilizado más ironía y complejidad, sobre todo con los recursos de Langella, pero, al final, sentí que la película me había dejado satisfecho.
Si hay algo que odie más que una comedia de acción estúpida, es una incompetente comedia de acción estúpida. No es que sea tan mala que es buena. Es tan mala que no es nada excepto mala.
'The Art of Getting By' es una película agradable, con buenas interpretaciones y fácil de ver. Sin embargo, al final me queda la pregunta: ¿qué sentido tiene?
Su premisa resulta ser más provocadora que lo que finalmente se muestra en pantalla. A medida que la trama avanza, sentimos la impaciencia de los niños en el asiento trasero de un coche, preguntándonos: '¿Ya hemos llegado?'