Pablo Larraín ha logrado consolidarse como director en el ámbito de las biografías más cuestionables del cine contemporáneo, especialmente aquellas que carecen de una perspectiva respetuosa. Su habilidad para presentarnos un producto que no cumple con las expectativas es notable.
Tiene un tono de drama y comedia sin grandes sobresaltos, (...) Se luce con las actuaciones de sus dos protagonistas, ambas brillantes y resulta apasionante en su relación con el aura misteriosa de J. D. Salinger.
Los efectos visuales son decepcionantes, los diálogos son pretenciosos y poco inspiradores, las actuaciones son insuficientes y la sensación de que solo hemos visto un prólogo convierte estas dos horas en una experiencia frustrante para el público.
Antes de que los Daniels se embarquen en un cine más serio con miras a premios, disfrutemos de esta locura que, aunque tiene fallas, desprende una energía poco habitual.
Toda la herencia del cine de acción de Indonesia y la estrella de los últimos años, Iko Uwais, se desdibuja con escenas demasiado adocenadas y sin un estilo definido. Esta película está demasiado por debajo de ambas cosas.
El humor resulta deficiente, la manera de transmitir su mensaje es lamentable y las artes marciales, junto con las ideas budistas, están presentes en escenas que carecen de estética y son vergonzosas en su integración a la trama.
Más allá del contenido político del film, sus méritos son narrativos y puramente cinematográficos. Una película difícil de ver, perturbadora, pero con elementos que serían igualmente impactantes en cualquier otro tiempo y lugar.
El Batman que inicia hoy su recorrido, es muy posible que mejore y se termine de desarrollar sus posibilidades. Por ahora está por detrás de los mejores.
La trama policial no está a la altura de la parte visual. Aunque sea la excusa para hablar de otros temas, el previsible cierre de la historia resulta muy pobre y apaga cualquier interés que pudiera haber creado previamente.
Más que las limitaciones de su guión, el verdadero problema radica en la torpeza con la que ha sido filmada. Se presenta como una película carente de redención.
El gore ochentoso se intensifica constantemente, y aunque la película adolece de calidad, logra ganarse el cariño del espectador con su abundancia de sangre, tripas y amputaciones. Es esa esencia sanadora y catártica que tanto apreciamos en el cine de terror.
La película comienza con energía, logrando captar el interés del espectador. Sin embargo, antes de llegar a la mitad, ya ha mostrado todo su potencial y no tiene más que ofrecer.
La película es recomendable. Impacta, divierte y se gana, porque al final siempre aparece, alguna sonrisa cuando la truculencia alcanza niveles imposibles.
El astronauta no logra cumplir su promesa al intentar abordar dos objetivos al mismo tiempo. Como producto comercial resulta fallido, y en su intento por ser una obra con aspiraciones artísticas, tampoco alcanza el éxito.