Es un buen espectáculo y es a la vez una descripción demoledora y amarga de lo que allí se vivió. La mezcla de espectáculo y crítica la hace atractiva.
Chazelle no parece comprender plenamente su amor por el cine, y esta falta de claridad se hace evidente. La película no rinde homenaje al séptimo arte; en cambio, presenta un retrato de la locura que experimenta un grupo de personas por ser parte de él.
Toda la película es un homenaje a esas pioneras, pero además es un entretenimiento genuino, con ideas fantásticas que ojalá se replicaran en más filmes. No se trata de una bajada de línea, sino de una convicción firme.
Estéticamente cuidada y con actuaciones contenidas, la película presenta algunas resoluciones ingeniosas. Sin embargo, en su conjunto, se siente demasiado distante para tratar un tema que debería estar cargado de tensión y drama.
No pretende más que lo que siempre buscó y consigue su objetivo de forma impecable. Sus personajes siguen siendo adorables, incluso aquellos que nos generan algo de rechazo. Son parte de una gran familia que siempre queremos volver a ver.
Branagh utiliza recursos estéticos que oscilan entre lo magnífico y lo superfluo, lo que hace que la película resulte desigual en varios aspectos. Sin embargo, el director busca sorprender al espectador y logra que las modificaciones en el guión contribuyan a que la trama sea más disfrutable.
En esta nueva versión se echa de menos la música, el elenco no brilla de manera notable y todo da la impresión de ser de bajo presupuesto con conceptos desgastados. No hay ni una sola escena digna de mención ni ningún hallazgo estético que salvar.
No logra marcar una diferencia que la convierta en un clásico, esos detalles que marcan la calidad que perdura. Dos o tres escenas la llevan hacia el cine de espías, pero tarda en llegar a ellas.
Para quienes no conocen a Mario Moreno, esta película puede ser una excelente oportunidad para explorar su fascinante historia. Como era de esperar, Óscar Jaenada, en el papel principal, ofrece una actuación impecable que merece ser resaltada.
La pasión que debería recorrer cada minuto de 'Agua para elefantes' se apaga hasta convertirla en un film que se adivina mucho mejor en su origen de lo que finalmente se ve en la pantalla.
El Poirot de Ustinov es perfecto. Carismático, divertido, recto, brillante, egocéntrico y excéntrico. Un detective digno de lo que soñó su autora y con semejante equipo alrededor devolviendo sus filosos diálogos y miradas todo es un espectáculo en sí mismo.
'Oppenheimer' es la película menos interesante del realizador en muchos aspectos, principalmente en lo formal. Cuenta una historia extraordinaria y la convierte en una propuesta para la temporada de premios, aunque no de las peores.
El equipo hizo lo mejor que se puede hacer hoy en día con un personaje así y es estar a su servicio. Desde el punto de vista cinematográfico es impecable como se ha encontrado la forma de darle lógica y continuidad.
Más allá del compromiso que el director tenga en cada uno de sus trabajos, aquí siente que ha podido desarrollar un personaje que le cae bien y disfruta interpretar.
Inevitablemente la película debe abandonar el tono leve al final, cuando la tragedia se impone y obliga a la realizadora a mostrar el drama y no tanto el suspenso divertido que sostenía hasta entonces.
Por momentos, la historia resulta emocionante y presenta instantes de suspenso. Aunque hay cierta teatralidad en las resoluciones, la presencia de Daniel Auteuil aporta calidad al largometraje, lo que los espectadores valoran.