Guadagnino, quizás temeroso de que alguien pueda disfrutar de su obra, aniquila todas las oportunidades que tenía. La banda sonora resulta inesperadamente deficiente y disruptiva, evidenciando la falta de conexión entre la película y su director.
Las promesas del comienzo y las historias que se despliegan generan interés, pero pronto se hace evidente que el guión es muy limitado y que la resolución resulta insatisfactoria.
Cuando la película imita a Steven Spielberg o sus influencias, se torna entretenida y revela a un director que, incluso al copiar, sabe manejar la narración con destreza. Desafortunadamente, hay una sensación de que busca ser más que eso, sin capturar la esencia de ese estilo cinematográfico.
Cine de terror español efectivo y sólido. No es de lo mejor del cine de terror español, pero aún así, es interesante ver la calidad con la que se acercan en España al género, el sobresalto les sale con facilidad, así como la truculencia de varias escenas.
La potencia inicial de la película decae mucho en la segunda parte, se cae bastante y se recupera al final. El sentido estético de Paolo Sorrentino sobresale por encima del promedio, pero en esta ocasión la película no logra igualar ese talento.
Comediantes talentosos como Steve Zahn y Neil Patrick Harris logran que el humor sea efectivo. Por encima del promedio de los productos navideños, por debajo de sus clásicos.
En un adormecido cine argentino, una película como esta es una rareza, un alivio en medio de tantos títulos similares. No es una obra maestra perfecta, pero definitivamente está muy por encima del promedio.
Pablo Larraín ha logrado consolidarse como director en el ámbito de las biografías más cuestionables del cine contemporáneo, especialmente aquellas que carecen de una perspectiva respetuosa. Su habilidad para presentarnos un producto que no cumple con las expectativas es notable.
Los efectos visuales son decepcionantes, los diálogos son pretenciosos y poco inspiradores, las actuaciones son insuficientes y la sensación de que solo hemos visto un prólogo convierte estas dos horas en una experiencia frustrante para el público.
Antes de que los Daniels se embarquen en un cine más serio con miras a premios, disfrutemos de esta locura que, aunque tiene fallas, desprende una energía poco habitual.
Toda la herencia del cine de acción de Indonesia y la estrella de los últimos años, Iko Uwais, se desdibuja con escenas demasiado adocenadas y sin un estilo definido. Esta película está demasiado por debajo de ambas cosas.
El humor resulta deficiente, la manera de transmitir su mensaje es lamentable y las artes marciales, junto con las ideas budistas, están presentes en escenas que carecen de estética y son vergonzosas en su integración a la trama.
Más allá del contenido político del film, sus méritos son narrativos y puramente cinematográficos. Una película difícil de ver, perturbadora, pero con elementos que serían igualmente impactantes en cualquier otro tiempo y lugar.
El Batman que inicia hoy su recorrido, es muy posible que mejore y se termine de desarrollar sus posibilidades. Por ahora está por detrás de los mejores.