Un singular despropósito. Del anacronismo brotan los problemas de la película: la falta de ritmo, el capricho de la acumulación, la insustancialidad de los guiños cinéfilos, los equívocos de un casting que no acaba de estar aprovechado.
Está escrita al milímetro, y su artificio está calculado para adaptarse a otro artificio, el de una representación de perversiones que despierta una sonrisa congelada en el espectador.
La película sigue ofreciendo lo mejor de sí misma en cada movimiento. Las escenas de acción son impresionantes. Resulta complicado elegir una en particular, aunque me pareció admirable todo el primer capítulo.
Del clímax inicial pasamos a un desarrollo relajado pero implacable. Para quien tuviera alguna duda sobre el humanismo de Moretti, aquí se presenta la prueba irrefutable.
El montaje carece de coherencia espacial, lo que provoca un desbordamiento de la acción. Sin embargo, algunos hallazgos visuales en las escenas de acción generan expectativas sobre el futuro de Dev Patel como director.
La enorme eficacia de “Civil War” opera en dos direcciones: en primer lugar, la película se aprovecha del ambiente prebélico en el que estamos inmersos. Además, destaca por su excepcional habilidad en la planificación de las secuencias de tensión.
Curiosa película. Empieza lenta y confusa. En cuanto los acontecimientos se precipitan, la película sube varios enteros y asume su condición de thriller romántico de espionaje con una energía insólita.
A los hermosos diálogos, Eggers los complementa con una poderosa puesta en escena, manejando con virtuosismo tanto los pasajes wagnerianos como las escenas de tensión en el hogar.
“Anselm” es posiblemente el documental biográfico más significativo de la obra de Wenders, considerando su impacto político en una Europa que nuevamente enfrenta la intolerancia.
Una precuela que no ruge. Da la impresión de que el filme coloca sus piezas en posición estratégica para dar continuidad a la saga, pero es evidente que la fórmula está agotada.
El estilo de Arnold es fresco y vívido, y trabaja las formas del realismo social de un modo muy singular. La metáfora ornitológica resulta demasiado evidente.
Es más hermosa cuando retrata a la mafia en sus rituales de afirmación de una normalidad sanguínea que cuando sirve como medio para que, teóricamente, Chiara entienda a qué mundo pertenece.
Maresco parece burlarse de la serie de monstruos que tiene frente a su cámara, pero su representación de una Italia primitiva resulta ser tanto divertida como inquietante.
Gomorra es una cruda representación del conflicto que, sin necesidad de predicar moralidades, deja a la audiencia helada al presentar la realidad desgarradora que retrata.
Kore-eda no logra capturar la esencia poética de lo cotidiano. Aunque hay una buena película en «Unimachi Diary», jamás tendremos la oportunidad de verla.
Una obra-catálogo que encanta tanto a quienes han seguido al personaje desde sus inicios como a los nuevos aficionados. Aprovecha al máximo el concepto del metaverso, ofreciendo una experiencia rica y envolvente.