No es una película nostálgica, a pesar de la hermosa textura del celuloide. Lo que realmente destaca es un amor presente, que se refleja en la felicidad y el placer de hacer cine.
Su historia la hemos visto un montón de veces, pero lo que la hace nueva y emocionante es la frescura de sus diálogos y, sobre todo, su empecinamiento en no juzgar a ninguno de sus personajes.
Para amantes del terror inteligente. En algunos momentos resulta verdaderamente aterradora. ¿Ha surgido un nuevo John Carpenter? ¿O tal vez Jacques Tourneur ha regresado de la tumba?
Un fascinante retrato femenino, que la modelo Marine Vacth, que encarna a Isabelle con una electrizante mezcla de hostilidad y secretismo, dibuja a base de miradas furtivas y preguntas inoportunas
El respeto algo perezoso que siente Chbosky por las convenciones del género no está reñido con una sinceridad a prueba de bombas que estalla en burbujas de verdad en la interpretación de Ezra Miller. Una pena el final.
Lo más negativo de esta película es que carece de acción significativa. Sin embargo, logra crear un ambiente de cercanía muy efectivo; la conexión fraternal resulta genuina y la simplicidad de la historia es una verdadera declaración de intenciones.
Un ambicioso fresco de época, con un ritmo que refleja la intensidad de la juventud. Sin embargo, al concluir, deja un profundo sentimiento de melancolía.
La película resulta tan nefasta como la original. Si eliminamos un videochat inapropiado y una escena de sexo en un baño, nos quedamos con una antigua película de Disney.
Puede rozar la cursilería. La película nunca logra desprenderse de su carácter de telefilme sobre enfermedades terminales o, en el mejor de los casos, de un episodio de 'Dawson crece'.
Si el objetivo era politizar la responsabilidad de convertirse en adulto, la película no logra su cometido, ya que no logra integrar lo macro con lo micro. Si se intentaba poetizar la sensación de que todo pende de un hilo, también vuelve a fracasar, ya que carece de comprensión del lirismo.
El planteamiento de esta ópera prima es muy estimulante, presentando una auténtica 'rara avis' del cine adolescente. Sin embargo, su modestia limita su alcance.
'Twelve' se erige en un ambicioso monumento al vacío, sin lograr sostenerse ante la combinación de psicología superficial, sociología de salón y una denuncia poco convincente.
La película, una especie de ‘road movie’, presenta múltiples subtramas relacionadas con la venta de un bebé. Sin embargo, estas complejidades parecen desbordar la narrativa, haciendo que la historia pierda fuerza a medida que avanza.
Larraín aborda la maternidad atípica y el reggaetón como una herramienta para la liberación de la sexualidad femenina de manera creativa y provocadora. La energía impactante de «Ema» es elemental, visceral y desenfrenada, lo que garantiza que no se pase por alto.