El estimulante diálogo que se produce entre las conmovedoras interpretaciones de Dario Argento y Françoise LeBrun define el espíritu de la obra de Noé.
Uno de los principales atractivos de la película es el enfoque narrativo. Aunque Lacuesta no busca crear una obra generacional, el resultado es inevitablemente una reflexión sobre la leyenda.
Asombrosa conmovedora delicia, que, desde un dibujo de línea clara y con el sentimiento a flor de piel, se alinea con lo mejor de la animación japonesa.
También habría podido titularse “Jesucristo Superstar, paramédico”. Su estructura narrativa se asemeja al martirologio clásico. La puesta en escena resulta extremadamente efectista.
Es un ejemplo de narración eléctrica, a la que no le sobra ni le falta un gramo de fibra, y que funciona con una precisión que presiona el nervio de la empatía. Es preciosa la forma en que los directores filman las acciones.
Una película menor, un título de fondo de armario que explota un concepto sencillo y eficaz para entonar, otra vez, un himno a la tolerancia hacia lo diferente y una celebración de la amistad.
Maestro de la fluidez narrativa, Audiard entrelaza los deseos y fracasos de este trío calavera, destacando la desenvuelta actuación de Lucie Zhang, con una agilidad que mantiene el interés del espectador.
Lo que importa es ese niño, Samet Yildiz, y su mirada, y cómo la captura Ferit Karahan en esta película autobiográfica. Aquí se revela la esencia de la infancia que también se encontraba en cineastas como Kiarostami.
Acierta de pleno en la frescura de las interpretaciones y en la construcción de un espacio que funciona como refugio de cemento. Sin embargo, no siempre logra estar a la altura del costumbrismo que intenta evocar.
Lo que gana en inquietud y locura lo pierde en credibilidad. Faltan datos, lo que no significa que, en sus modestas ambiciones, “Amigo” no resulte una propuesta estimulante.
Duprat lanza críticas mordaces, pero las dianas elegidas son bastante sencillas. La coherencia de la trama resulta más débil y menos elaborada en comparación con "El ciudadano ilustre". Es una sátira, sin duda, pero con un enfoque algo complaciente.
El excelente trabajo de actores y el dinamismo de la puesta en escena hace de «Perfectos desconocidos» un entretenimiento tan divertido como oscuro, amargo como un café jamaicano.
La pesadez elefantiásica de la película parece fruto de un gratuito acto de autoindulgencia, como si el cineasta pensara que, apabullando al público, se ganara su respeto.
¿Un "Space Cowboys" reforzado por una sobredosis de Viagra? ¿Un episodio de "Los Soprano" de mala calidad dirigido a gerontófilos? Resulta complicado comprender la razón de ser de esta película, que se asemeja a una fiesta funeraria y solo refleja el deterioro de algunos mitos.
La dirección resulta ser muy plana y funcional, careciendo de imaginación y audacia, lo que sofoca la auténtica falta de sentido del exceso presente en Kerouac, con su prosa torrencial y caótica. Además, se aprecia una notable falta de química entre los actores.
Previsible sensibilidad. La película es tan poco sutil en sus manipulaciones dramáticas que resulta irritante para quienes buscan un enfoque más complejo en el tratamiento de un tema tan delicado.