Hipnótica y absorbente, 'Los límites del control' practica lo que predica. En lugar de ofrecer al espectador las respuestas de forma evidente, lo invita a prestar atención y descubrir la esencia oculta detrás de la historia.
Desinteresada en tomar partido y renuente a pontificar, 'Zona de miedo' logra mantener al espectador en tensión, generando momentos de angustia. El mérito recae en Bigelow y su estilo de dirección, que prioriza la experiencia por encima de la teoría.
No es que sea una gran película, pero sirve para aceitar la maquinaria de la fabulación. Después de ver la película, cualquiera que tenga cama y necesite unas horas de sueño, tiende a pensarse a sí mismo como víctima en potencia de un demonio trepador.
En palabras de Friedkin, 'In-sectos' es la película más profunda y perturbadora de su carrera. Es una declaración con ánimos de crear polémica, pero es posible ver en ella un fondo de honestidad.
A través de la música, que se utiliza como guía y estructura de persecuciones de autos, formando una coreografía y marcando un ritmo, la más reciente película de Edgar Wright refresca el cine de acción y, a su manera, el género musical.
Es en sí una reflexión sobre el encierro y lo que genera en quienes lo padecen. Pero la mirada de Del Paso sobre sus personajes transforma ese universo cerrado: le da a la vivencia personal un tono distintivo, que denota la presencia de un director en su obra.
'Dream scenario' es ingeniosa por partida doble: utiliza una premisa fantástica que la protege de ser acusada de permisiva, a la vez que ilustra de manera efectiva cómo la lógica irracional se ha infiltrado en la realidad.
El regodeo escatológico de Östlund resulta pueril. Representar a los ricos vaciando las entrañas y perdiendo la compostura es una manera sencilla, casi perezosa, de castigar a los villanos de la historia. No obstante, una secuencia del capítulo “El yate” logra compensar esta simplicidad.
La cinta descansa en un guion bien trabajado, una técnica depurada y la cinefilia de una directora que ha asimilado bien las lecciones de sus influencias.
Sus méritos son cinematográficos: presenta una estética minimalista, diálogos impecables y personajes que, aunque parecen patéticos, son en el fondo heroicos.
Una premisa con oportunidades bien aprovechadas por Payne en un primer acto, delirante y original. Cuando la utopía revela sus trampas –inequidad y pobreza– el director cae en un retrato del pueblo bueno que roza en el paternalismo.
Brilla por su manejo de actores y buen uso del timing cómico. Sin embargo, las imágenes modifican las relaciones entre los personajes tal y como están establecidos en la novela, con lo cual cambia también el subtexto.