Este film se conecta profundamente con la verdad de sus personajes, presentando una sobriedad que permite que incluso los tópicos más comunes del folletín se perciban de manera diferente.
Las buenas películas de género son aquéllas cuya lógica interna sostiene la convención. No es el caso de 'Magia a la luz de la luna', opus mil de Woody Allen.
Hazanavicius demuestra que es posible realizar en la actualidad una película al estilo de las que se producían hace casi un siglo. Logra entretener y emocionar sin recurrir a trucos ni a golpes bajos.
Melancólica y sedentaria, más confiada en la palabra que en la acción, la película de Eastwood inicia con el logo en blanco y negro de Warner, un viaje nostálgico al pasado del cine clásico y, al mismo tiempo, al trasfondo del personaje.
Aunque no desborde de intensidad, 'Múnich, en vísperas de una guerra' no por eso deja de verse con agrado. Un poco como una de aventuras, que no llega muy lejos en ese punto, pero entretiene.
El Zweig de Schrader no es un ícono que emite frases célebres sin filtro. El problema radica en que, al convertir a Zweig en una simple máscara, la película no logra transmitir quién es realmente, cuáles son sus pensamientos y emociones.
Todo está formateado en función de la identificación del público con la protagonista. Para eso no hay nada mejor que la condición de víctima de la mayor atrocidad conocida por el siglo XX.
El clásico enfrentamiento entre locales buenos y forasteros malos, reescrito sin mayores revisiones por un rocker australiano de alto nivel intelectual, da pie a un film que recuerda a los choques con la ley de los hermanos Frank y Jesse James.
Basta ver este retrato del rey Albert para imaginar una buena cosecha en los premios de la Academia de Hollywood, que suele celebrar la mixtura entre la comedia de salón, el film de época y la reconstrucción histórica, aunque se tome varias licencias.
En el contexto de una cuidadosa reconstrucción de época, el mural titulado 'El mural' se presenta como barroco, dinámico y vibrante. Sin embargo, en la pantalla, su apariencia resulta demasiado plana y rígida.
No se trata de que 'Jojo Rabbit' no sea verosímil. Waititi construye un verosímil que le arranca a lo real personajes y circunstancias delicadas, y lo retuerce a su antojo. Este verosímil se implanta en una gelatina histórica, dominada por la tontería.
El giro final de 'Los que aman, odian' lo rescata de la mediocridad. Lo indiscutible es su excelencia técnica, desde el diseño de producción hasta los elementos más sutiles, donde la dirección de arte, el vestuario y la fotografía nunca eclipsan la narración.
La película tiene una buena estética y ofrece algunas escenas de suspenso efectivas. La secuencia de acción principal está bien estructurada. Marion Cotillard logra transmitir la sensibilidad requerida, sin embargo, Brad Pitt no logra estar a la altura y la emoción brilla por su ausencia.
El excesivo regodeo en las desgracias personales de la gran "bomba rubia" de Hollywood, los discutibles excesos estéticos, terminan imponiéndose por sobre el buen trabajo de Ana de Armas.
Es como una taza de té, confiable, tibia y siempre a mano. Más allá de algún lejano regusto amargo, si se echa un cubito de azúcar deja un sabor previsiblemente placentero. Un placer más conservador que transgresor.
Todo un acto de fe cinéfila. El Hollywood de los Coen se ha transformado en uno más amable. Ya no hay lugar para el cine social, los gangsters o los luchadores, sino que se apuestan por westerns, musicales acuáticos, comedias de salón y grandes producciones bíblicas.