Alice Rohrwacher compone en 'El país de las maravillas' una delicada fábula en torno a una familia rural que se revela como un mágico ejercicio de la creación.
Una historia de crecimiento desde la necesidad del deseo hasta la dura constancia de lo real. Sin duda, una película tan bella como amarga. Y, ya sí, una obra mayor.
Perfecta, de principio a fin. Tan inteligente como emotiva. Tan calculadamente cerebral como conmovedora. Tan real como soñada. Tan cautivadora como precisa.
Klotz presenta una radiografía espiritual del ocaso nocturno, ofreciendo un relato mítico y voraz sobre la incertidumbre de la edad. Es una obra que se siente atómica, lírica y sublime.
Una encendida, aunque imprecisa y esquematica, reivindicación de la furia adolescente. (...) a fuerza de pretender proximidad y realismo, acaba por convertirse en un cuento arrojado a ninguna parte.
Se frotan, luego existen. El problema es otro. Lo grave es lo que hay debajo, que es muy malo y, además, duele. (...) Lo realmente duro es la utilización malsana de este argumento para acabar recetando los más soporíferos y torpes lugares comunes.
Con buen pulso, Marston logra representar la violencia silenciosa de un conflicto que pone en juego el futuro del universo. La mirada profunda de la actriz Sindi Laçej impacta. En ocasiones, el cine provoca heridas.
Cada línea hiere en la parte sensible del alma con una puntería pocas veces contemplada. Tan efectivo como tramposo. Pueril y efectivo sentimentalismo. Y, claro, vas y lloras.
Estamos delante de una obra maestra o, si se prefiere, de una de las películas más estimulantes de los últimos años. Fincher hace algo más que narrar una historia de nuestros días al ritmo casi perfecto que envenena el guión de Aaron Sorkin.
La maquinaria de la película resulta tan sorprendente que el espectador no puede por menos que rendirse a la brillantez de una ocurrencia tan perversa como turbadora.