Es como un film encontrado entre el terror de serie B de los años setenta, lleno de colores vistosos, imágenes confusas, música chirriante, humor de baratillo y un relato de frotarse los ojos.
Uno de esos arranques de película que ya te dejan intrigado desde el primer momento. Gleeson brinda una actuación que es al mismo tiempo contenida y desbordante, resultando creíble e impactante.
Un juego de entrada y salida al texto que mezcla la ficción perversa con una realidad sombría. Esta dualidad se logra gracias a la destacada actuación de Emmanuelle Seigner, quien sabe ser chabacana o refinada según lo requiera la situación.
La película es intensa; el resultado resulta ser demasiado grotesco, oscilando entre la tragedia y el sarcasmo. Esto hace que no haya tiempo suficiente para sumergirse plenamente en la historia.
Un clásico del grotesco en el que no hay que pestañear, ya que cada fotograma es una explosión visual. Además, es fundamental prestar atención a los diálogos para captar cada matiz.
Ofrece un inicio que seguramente servirá como referencia en futuras enciclopedias de cine. Es la película más divertida de Huston, pero también la que más refleja su estilo característico dentro del género de la comedia.
Vignal logra captar el tono de la nueva moralidad, equilibrando el matrimonio y una desvergüenza simpática. Es de agradecer que no se adentre en tramas complicadas o escabrosas.
Una película que cumple su cometido de entretener; no ofrecerá, quizá, nada flamante o inédito, pero cumple bien su función a pie de pantalla. Lo malo es luego, cuando hay que fijarla en la memoria.
Tiene en su interior alma de folletín. Logra que su estructura, bien hilvanada a través de elipsis y un fuerte elenco coral, mantenga la intriga y la emoción dramática.
Tan liosa como fascinante, y está tan llena de vida como de pretensión y logro. (...) una profunda historia romántica, y familiar; es también una invitación a perderse en el espacio, el tiempo y sus azares, pero sobre todo es (es decir, será) un clásico de la ciencia ficción.
El guion presenta serias deficiencias, aunque la puesta en escena es elegante, a veces resulta un tanto pretenciosa. Las interpretaciones, incluyendo la de Crowe, son simplemente funcionales.
Schrader cuida su ritmo pausado con una planificación precisa que puede provocar al espectador una sensación de parálisis. Es una buena película, aunque puede resultar difícil encontrarle algún provecho.
Intima y directa, tras más de dos horas de testimonios y lírica, la película ofrece momentos jugosos y graciosos. Sin embargo, la travesía es lo suficientemente complicada como para que al final sientas que mereces también un premio.
Un cine tan lleno de lucidez, tan pletórico de forma y de fundamento, que agradece uno toda la paciencia y la perseverancia necesaria hasta llegar allí.