Poster de Nadie quiere la noche

Críticas Nadie quiere la noche (2015)

Groenlandia, año 1908. Josephine Peary (Juliette Binoche), una mujer adinerada y educada, emprende una expedición hacia el Polo Norte con el fin de reunirse con su esposo, el explorador Robert Peary. Durante su travesía, se topa con Allaka (Rinko Kikuchi), una mujer esquimal de humildes orígenes. A pesar de sus marcadas diferencias culturales y personales, ambas deberán colaborar para sobrevivir a las extremas condiciones del Ártico.

Guy Lodge Variety

El retrato de Coixet es, dramáticamente, tan pálido y sin vida como la tundra helada en la que tiene lugar, cargado con un falso romanticismo que no cuadra con su ámbito cuasi-feminista.

Jessica Kiang Variety

Una película que cae en el exacto punto ciego entre 'mediocre' y 'rotundamente mala'. Cada vez que está a punto de encontrar su camino, enseguida lo vuelve a perder.

Mark Adams Screendaily

Nadie quiere la noche tiene estilo y garbo, pero esta gélida película carece de un muy necesario toque de fuego dramático.

Luis Martínez Diario El Mundo

Apreciable. Un sobrio ejercicio de Coixet por alejarse de sí misma. Se echa en falta un final que esté a la altura. A pesar de todo, el resultado es una película de indiscutible belleza.

Javier Ocaña Diario El País

La primera media hora es sin duda lo más destacado. La fascinante historia real se presenta con convicción y energía. No obstante, en la segunda mitad, la narrativa se encuentra llena de tropiezos.

Salvador Llopart Diario La Vanguardia

Magnífico guión. En 'Nadie quiere la noche' todo es claro y evidente, en buena medida gracias a esa maravillosa actriz que es Juliette Binoche y a la magnífica fotografía de Larrieu.

Andrea G. Bermejo Cinemanía

Un poderoso, casi conceptual, retrato de cualidades femeninas en las circunstancias más adversas. El frío polar les sienta muy bien a Juliette Binoche y a Isabel Coixet.

Beatriz Martínez Diario El Periódico

Una película 100 por cien Coixet. Todo épico pero a la vez minimalista, tan excesivo y arrebatado como, en el fondo de su ser, sorprendentemente austero y humilde.

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