Críticas 127 horas (2010)

'127 Hours' es una obra extraordinaria en la que un excelente actor y un director cinematográficamente innovador unen sus fuerzas para mantenerte boquiabierto durante todo el trayecto.

Un trepidante espectáculo visual lleno de supense. Decir que esta película se te mete debajo de la piel es apenas una figura retórica. La película te conmueve, te sacude y te transmite la alegría de estar vivo.

Danny Boyle sacude cada fotograma de '127 Hours' con una adrenalina cinematográfica que desafía la aburrida sobriedad del docudrama. James Franco ofrece una interpretación natural y sutil, sin duda la mejor de su carrera.

Las aportaciones externas tienen una espectacularidad ejemplar. Sin embargo, algunas de las músicas de fondo no logran funcionar adecuadamente. A pesar de estos desajustes, cuando se trata de mantener la austeridad narrativa, Boyle lo logra.

Frívolo Boyle, un carnaval para la generación MTV. Comparada con 'Enterrado', muestra más inconsistencias, aunque resulta tan entretenida como la propuesta de Cortés.

Boyle se concede toda libertad para no aburrir. Y no aburre, pero paga con creces el precio del ridículo. Boyle parecía en su momento ('Trainspotting') el mejor de su generación: ahora parece el peor.

Franco ofrece una de sus interpretaciones más memorables. A lo largo de una hora y media, sostiene con maestría una premisa singular: una película de acción centrada en un personaje que permanece inmóvil. En este aspecto, Boyle logra una ejecución sobresaliente.

Boyle regresa con una nueva historia de supervivencia. A diferencia de su película anterior, aquí hay menos espacio para el sentimentalismo y el melodrama excesivo.

Efectiva en su desvergonzada manipulación del espectador, '127 horas' es una película menor que logra ciertos momentos de cine. Lo demás es puro golpe de efecto.

Usa todos los recursos del cine para hacer del género del martirio una película que abre ventanas hacia otras posibilidades (y géneros).

El resultado de esta épica sobre la supervivencia en el peor de los contextos imaginables es tan crudo como resbaladizo, tan conmovedor como perturbador.