Críticas Los años más bellos de una vida (2019)

Trintignant y Aimée aportan a esta historia agridulce toda la seriedad que pueden, otorgando al sencillo guion una sensación palpable que quiere compartir con el público: la triste impresión de que todos vamos a morir.

Una típica reflexión amorosa de un romántico empedernido como Claude Lelouch. Un acto de indulgencia que el director se ha ganado a pulso poder realizar.

El director tiene la audaz idea de volver a juntar a los personajes de ‘Un hombre y una mujer’. Sus intenciones me parecen atractivas y muy humanas pero el resultado me deja frío.

Funciona bastante bien. Ver el rostro de Anouk Aimee en plano-contraplano con el de un deteriorado Trintignant resulta completamente proustiano, incluso si no se tiene nostalgia de la película original.

Lástima que Lelouch, fracasando de nuevo, se conforme con proponer un rescate nostálgico de una película que ya era vieja y cursi en su momento, y sea incapaz de poner delante de los espectadores lo que podría haber sido una sugerente operación-espejo.

El documento más vívido y realista de los estragos del paso del tiempo, los espectadores terminamos deseando que Lelouch nos devuelva al tiempo perdido.

Busca articular en el tiempo el devenir de una historia de amor de la misma forma en que Richard Linklater lo hizo en la saga que comienza en 1995 con 'Antes del amanecer'. Pero lo hace de forma menos orgánica.

Es un curioso homenaje de Claude Lelouch a sus personajes más célebres. Es una agridulce y tierna evocación de un tiempo ido.

El resultado no seduce, pero enternece. Quizá porque la película, aunque deshilvanada como los pensamientos de su personaje, ya medio ido, nos muestra el balance agridulce de una pasión que se mantiene.

Todo resulta emotivo y movilizador. Tal vez no significa nada para quien no los conozca, pero para los que sí los conocen, la cita es obligada.

Es una obra que empuja al autorevisionismo a partir de esa complicidad idílica que solemos establecer con el fenómeno cinematográfico.