Críticas Sing Street (2016)

Las canciones son una delicia, y el embriagador aroma de nostalgia juvenil resulta tentador.

'Sing Street' es la película más romántica que puedas encontrar en la actualidad, repleta de música, diversión y la emoción del primer amor.

¿Te gustó 'The Commitments'? ¿Te gustó 'We Are the Best !!'? Bueno, 'Sing Street' no es tan buena como estas dos, pero aún así es bastante genial.

La película de Carney es la juventud personificada, loca e incontrolable; en varios momentos, es tan exuberante como 'The Commitments' y casi tan emocionante como 'Once'.

Lo que hace a 'Sing Street' una película tan gozosamente entretenida, además de sus canciones, es que confía en lo mejor de sus personajes y los muestra tal como a ellos les gustaría verse.

La primera mitad es impresionante. Sin embargo, lo decepcionante es que no logra conservar la misma intensidad en el resto de la película.

Las cautivadoras canciones y las brillantes interpretaciones elevan a este musical a una verdadera maravilla.

'Sing Street' es esa canción que nunca falla. Tres minutos de melodía impactante. Una hora y quince minutos de cine cautivador.

El camino paralelo entre el amor y el éxito del grupo lo ha llenado de belleza y ternura. John Carney lo lleva con mimo, frescura y un gancho que te arrastra hacia la tierra de la felicidad hasta que llega el final.

El director utiliza una serie de canciones para conducir la historia de 'Sing Street' hacia un destino predecible. Como resultado, el ritmo se vuelve algo repetitivo, aunque sigue siendo muy pegajoso.

'Sing Street' es una película que, a pesar de ser una feel-good movie, tiene mucho que aportar con su frescura y juventud.

Un trabajo con mayor madurez y un mejor desarrollo de situaciones. El filme logra tocar las notas precisas para que la audiencia no se sienta indiferente. Es una excelente oportunidad para dejarse conmover y vibrar.

El dulce autoengaño de 'Sing Street' es simple y bien montado. Una película que es imposible tomar en serio, chantajista por momentos y completamente deshonesta.

Carney crea un afectuoso homenaje a ser adolescente en los ’80, aunque al principio utiliza un realismo irlandés que hemos visto en muchas películas, rápidamente se transforma en una fantasía pura, lo que hace que la experiencia sea aún más disfrutable.