Críticas El ciudadano ilustre (2016)

Una historia agradable, aunque predecible, que enfrenta la sofisticación del mundo contra los estereotipos rurales.

Sobre todo es el guión, las interpretaciones y el seguro sentido del ritmo cómico los que hacen que esta continuación de 'The Man Next Door' de Cohn y Duprat sea una delicia.

La conocida soltura de Oscar Martínez otorga un peso significativo a un personaje con el que resulta difícil empatizar. La película muestra su mejor desempeño en la primera mitad, antes de que el humor se diluya y la historia caiga en la misantropía.

Cohn y Duprat saben cómo hilvanar situaciones que generalmente están cargadas de un humor ácido y agudo. Cada escena dura lo necesario, cuenta con un cierre efectivo o, con maestría, deja un enigma sin resolver. Además, las actuaciones del elenco son igualmente convincentes.

Una gran comedia nacional, plagada de ironía y sarcasmo, una crítica al ser nacional y al falso patriotismo, que atrapa desde la primera escena hasta el último fotograma.

Desternillante aproximación a los inconvenientes de la cultura. Una delirante comedia tan lúcida como, finalmente, agria. Sin duda, memorable.

Innegable brillantez satírica. Nunca cae en la tentación de simpatizar con su protagonista, presentando un retrato inquietante y hilarante de una comunidad rural llena de miserias y bajos instintos.

Hay bastante trabajo en el guion de esta película. Es un relato atractivo, inusual y divertido, que abrocha bien las diferentes líneas de conflicto que inventa. Eso sí: envuelve bastante crueldad.

La cinta logra momentos destacados al abordar la auténtica cultura de nuestros pueblos y refleja cómo muchos intentan aprovechar el éxito de los demás, tal como ocurre en nuestro propio Macondo.

Una película con grandes aciertos actorales y de realización.

Es igual que esa broma incómoda y agresiva que una vez causa gracia pero a la tercera ya revela de parte del autor algo parecido a la 'mala leche'.

Funciona sin problemas como un fiel retrato de la latinoamericanidad contemporánea, uno que por cierto no la deja muy bien parada, pues se regodea –de manera hilarante, eso sí– en la mezquindad, el chauvinismo, la ignorancia y la corrupción.

Funciona bien en el terreno de la comedia pura, pero por momentos resulta un poco obvia en su exploración de las contradicciones entre el cinismo de la vida intelectual y el conformismo de la dinámica pueblerina.

El film de Cohn y Duprat es una franca pintura de nuestras torpezas y mezquindades y, en su aparente sencillez, alberga una gran riqueza a descubrir.