Críticas La gran belleza (2013)

Una abarrotada fiesta cinematográfica a menudo sorprendente que honra a Roma en todo su esplendor y superficialidad.

Esta película se presenta como una obra destacada. Sin embargo, se percibe un exceso de ostentación y grandilocuencia que, a pesar de su elegancia, hace que la chispa de la emoción quede oculta.

Extraña, pero también hermosa. Lo que en una primera impresión me resultaba agotador o irritante, ahora me parece magnético. El constante juego de máscaras tiene un propósito; esa avalancha de imágenes hipnóticas puede fascinar la vista.

Cuando uno ve esta película, ve una historia; pero al volver a verla, también descubre una nueva perspectiva. No necesariamente animo a verla en repetidas ocasiones, aunque podría sugerirlo, ya que no deberías perderte ninguna de las dos experiencias.

Empieza con una de las fiestas mejor filmadas de la historia, donde Toni Servillo ofrece una actuación memorable. Sorrentino tiene la habilidad de presentarnos un mundo fascinante y complejo que nos atrapa desde el primer momento.

Es un deleite visual y emocional, que combina drama y sátira (nunca ligera). Puntuación: ★★★★ (sobre 5)

La sinfonía coral que ensaya Sorrentino de la gran ciudad parece ser a estas alturas algo totalmente agotado y anacrónico.

Se evidencia como una falsa conciencia iluminada, como diría Sloterdijk, al emplear toda su cautivadora y autofascinada energía visionaria en un apólogo estético. Esta obra medita sobre la belleza en sus diferentes formas bipolares.

Es un viaje similar al hecho en la cinta de Fellini [La dolce vita]: el camino hacia una bella e imperturbable decadencia imperial.

'La gran belleza' es una melancólica celebración y un canto de cisne sobre un estilo de vida decadente. Paolo Sorrentino logra capturar esta experiencia mediante una fusión de amor e ironía.

El director de 'Il divo' construye su propia Dolce Vita para revelar las miserias y excesos de la era berlusconiana.

Esta película es de las que enamoran despacio. La obra tiene una duración considerable, y en ciertos momentos provoca ganas de acelerar el ritmo. Sin embargo, quizás era necesario que fuera así, para atraparnos y dejarnos con una sensación de asombro.