Críticas Sweet Country (2017)

Un drama con una amplitud y una profundidad emocional imponentes. Elevado por la grandeza natural de su narración visual. En términos de dominio visual, la película no podría ser más expresiva.

Un film cautivador de Warwick Thornton que ayuda a ilustrar la división racial de Australia. Uno de los muchos placeres de este drama sutil es su magnetismo calmado y que no quiere llamar la atención con poses de género.

Tiene una crueldad impactante y una belleza cautivadora. Grabada con maestría por Thornton, quien no solo dirige, sino que también se encarga de la fotografía.

Notable, especialmente en su última parte donde surge quizás la única crítica a una película que roza la excelencia.

Exuda fatalismo, y aunque no habrá sorpresas, compensa esta carencia con un poderoso impacto emocional y una estética cautivadora. Presenta una narrativa sobre racismo y violencia, poética y serena, pero rebosante de furia.

Usando los códigos clásicos del género pero en un estilo más reflexivo y político que puramente estructural, logra un relato notable sobre la violencia racial.

Un muy buen filme, que como marcamos es más que un western para quien lo quiera ver.

Lejos del melodrama, la película de Thornton demuestra un talento notable para capturar la esencia de las escenas sin recurrir a una denuncia simplista. A través de su narración, guía al espectador en un profundo viaje hacia lo salvaje y lo interior.

La película presenta elementos de aventura que la posicionan como un ejemplo representativo de lo que comúnmente esperamos de un western. A pesar de su cuidada ambientación y algunas pocas secuencias de acción, su esencia es más cercana al cine de autor y al cine con un mensaje, algo que la dirección resalta claramente.