Críticas La tragedia de Peterloo (2018)

Una película brillante y exigente con el espectador.

La visceral puesta en escena de Leigh, especialmente en los momentos más dramáticos, refleja la importancia de una matanza con 200 años de antigüedad que aún tiene mucho que contar en la actualidad.

Incluso si nunca antes has oído hablar de la masacre de Peterloo, esta hermosa película, genialmente editada y filmada, ofrece una suculenta recompensa a aquellos que tengan la paciencia de verla.

Recreación histórica a escala épica. Sin embargo, es un tipo de épica que tiene los pies en la tierra, una con una densidad que asusta por la precisión con la que refleja los errores que se cometieron en ambos bandos.

Aunque Leigh te transporta a 1819 a través de estos ricos personajes, también pone a prueba tu paciencia hasta que llega al centro de la historia.

Aunque cuenta con un extenso elenco, la meticulosidad en los detalles y el interés por las peculiaridades del comportamiento humano, que siempre han definido su labor, permanecen presentes.

La película, a pesar de su enfoque didáctico, puede resultar excluyente incluso para algunos cinéfilos. Su guion es tan rígido que no permite momentos de respiro, considerando que todo es significativo y cargado de importancia, incluso el lenguaje empleado.

Este Leigh de época carece del tiempo y la disposición para profundizar en lo que solía destacar en su cine contemporáneo: la incisiva observación de la vida y la personalidad de sus personajes.

Propuesta tan áspera como notable, Leigh nos exige una identificación emocional aunque su enfoque estético y narrativo la niega. Esta tensión, lejos de resultar productiva, anula sus logros.

Nos quedamos con esos planos casi perfectos que dispensan citas. Un viaje casi perfecto a la historia brutal del movimiento obrero.

Una convencional clase de historia, en la que la fuerza arrolladora de algunas imágenes –en particular, las de los campos de batalla– no trastoca el orden, mesura y equilibrio del conjunto del film.

Es una película que, pese a sus simplificaciones caricaturescas y su retórica por momentos repetitiva, funciona la mayor parte del tiempo como un potente llamado a la acción frente a las injusticias sociales. No es sutil, pero es poderosa.