Críticas El Gran Hotel Budapest (2014)

Una película de estética sorprendente sin intenciones de esconder el artificio. Su cine no copia la realidad, sino que funciona como una dimensión paralela.

Es maravillosa.

Un cautivador relato de los años 30 que ofrece una vibrante e imaginativa evocación de una época pasada. Sus innumerables placeres superficiales pueden seducirte tanto que podrías pasar por alto su sutil inteligencia y la profundidad de sus emociones.

La hermosa y divertida 'El gran hotel Budapest' de Wes Anderson es la mejor película de su director.

Para algunos puede resultar demasiado excéntrica y amanerada. No soy de esa opinión, disfruté como un enano.

Melancólica y aventurera a su modo. Es un filme que transita por la delgada línea que separa la genialidad de la ridiculez, tocando ambos extremos simultáneamente.

¿Cuál es la ética de 'El Gran Hotel Budapest'? Acaso demostrar que el pasado nos reinventa, y que recordarlo, con todas sus luces y sombras, ha de ser una experiencia deliciosa.

Una frenética historia de las de antes con peripecias, con guiños al mejor Hitchcock y a Spielberg –Tintín–, pero tan wesandersoniana que sería ridículo decir que se parece a otra cosa que a él mismo.

Es Wes Anderson de punta a punta. Desde el comienzo es reconocible su cine hiperestilizado, la singularidad de su estética. La riqueza visual del film es un atractivo más.

'El Gran Hotel Budapest' es una representación clara de la esencia de Wes Anderson como artista. Al observar el resultado final, se evidencia que no se conforma con hacer proyectos al azar; él se sumerge en lo que ama y demuestra su dominio en cada aspecto.

Lo que brilla en Wes Anderson es un mundo personal y una estética y un diseño únicos e imperdibles, dominados por un extraño estado de ánimo.

Anderson disfruta de lo que hace, como lo demuestra el uso de un impresionante reparto en papeles menores, pero ese placer puede restar profundidad a sus obras.

Cada plano de la película ofrece un profundo disfrute estético, repleto de detalles en la composición, la decoración y la paleta de colores. Además, el elenco conforma un auténtico equipo de ensueño de Hollywood.

Anderson rinde homenaje al mundo refinado del imperio austrohúngaro con una dirección de arte asombrosa que a menudo se torna caricaturesca.

El mérito del film reside en que estas aventuras e intrigas muy imaginativas tienen tanto peso como la relación entre los personajes. Además, es una obra muy bella, pero con una belleza que no es para nada accesoria ni decorativa.

Otra joyita de su personalísima y casi siempre brillante filmografía para este autor de tan sólo 44 años. Así, cada nuevo estreno de Wes Anderson se convierte en un hito cinéfilo insoslayable.

Un Anderson más ligero, pero entretenido. Es alegre y superficial, adaptado a los tiempos actuales.