Críticas Infierno azul (2016)

Todo es evidentemente ridículo. Pero Blake Lively, Collet-Serra y un tiburón digital no tienen compasión en engancharnos con tensión de serie B. Y nosotros, picamos.

Una película 'exploitation' de tiburones de la vieja escuela que ignora obstinadamente todas las lecciones importantes de cine de suspense.

Con su austero guion, su construcción inteligente y su impresionante fotografía, esta película - burda en su concepto - se convierte en una obra maestra menor.

La mejor película de tiburones desde ‘Jaws’. Finalmente, el director Jaume Collet-Serra se gana el culto.

Película inteligente, efectista pero controlada, un «thriller», un brutal duelo, un entretenido mal trago.

Blake Lively ofrece una actuación convincente en 'The Shallows'. La película, aunque se basa en una premisa simple, está diseñada exclusivamente para entretener a la audiencia, y nunca lo oculta.

El verdadero problema de la película no radica en el mar, el tiburón o la surfista, sino que en su duración: se siente alargada. A medida que avanza, la sensación de aburrimiento se hace evidente. Quiero que la acción ocurra, pero parece que pasa una eternidad para llegar a eso.

Con el único fin de disponer y sostener el suspenso en sus poco más de ochenta minutos. En esa falta de ambiciones, encuentra las mejores armas para lograr su principal y modesto objetivo: que la empatía genere reacciones físicas en el espectador.

Es esta una clase B hecha y derecha que crece en tensión a medida que avanza el metraje, hasta un climax no apto para cardíacos y fónicos del mar.

Con esta sencilla historia, el director Collet-Serra demuestra su habilidad para crear tensión, mientras que Lively revela que, acompañada de un buen guion, puede brillar como actriz.

Quizás le falte por momentos un poco más de vuelo, algo más de humor negro (el poco que tiene es muy bueno) y de delirio absurdo para ser una auténtica heredera del subgénero clase B, pero 'Miedo profundo' asusta y entretiene.

Mediante abruptos cambios de tono y solapados anticlímax de humor negro, el director español sacude al espectador con tremendos niveles de suspenso.

Jaume Collet-Serra demuestra que, con menos recursos, puede hacer lo mismo que Spielberg cuatro décadas atrás.