Críticas Yo, Daniel Blake (2016)

Hay sombras de Dickens y Orwell en este empático drama. La película de Loach desafía las normas de lo que se considera buen gusto: se aleja de la sutileza, la ironía y la oblicuidad.

Unas interpretaciones sobresalientes destacan en este estudio ocasionalmente torpe, pero emotivo, de las luchas de la clase trabajadora.

Una película melodramática y a veces, muy didáctica, pero también, intensamente conmovedora. Los personajes, a pesar de estar marginados, destacan por su ingenio, rabia y humanidad.

La dulzura y la simplicidad de su encuentro es el punto más brillante de la película en un mundo, por otra parte, complicado. Loach utiliza este medio para arrojar luz sobre las injusticias.

Loach regresa dando su mejor versión. Está todavía al mando como cineasta y crítico social. Las actuaciones están tan bien afinadas.

Un drama social fresco y conmovedor se asemeja a otras obras de Loach y Laverty, mostrando una conexión única entre ellas.

El corazón rojo del cineasta busca y logra conectar con la complicidad y la empatía del espectador promedio. Aunque hay ciertos defectos en el guión, no se puede reprochar mucho. Es una obra que genera distintas emociones.

Fiel a su estilo adusto y su enfoque en el humanismo social, Loach regresó al cine, enfrentándose a un estado kafkiano y logrando así la Palma de Oro, a la edad de 80 años.

La conjunción de vitalidad artística y clarividencia política que [Ken Loach] muestra en 'Yo, Daniel Blake' es, muy por encima de mínimos y fútiles reparos críticos, simplemente formidable.

La cinta de Ken Loach se convierte en un retrato agridulce y desesperanzador de lo injusta que puede ser la vida.

Estrujante preconiza y lleva al nivel de perfección un realismo observacional y detallista.

Pese a la falta de color del entorno en que transcurre, 'I, Daniel Blake' está repleta de gestos de camaradería y nobleza. La cámara se mantiene casi estática, como si comprendiera que no es necesario agitarla para aportar urgencia o drama a lo que presenciamos. Esta elección resulta muy acertada.

Loach presenta una radiografía social que resulta tanto abrumadora como conmovedora.

Está lejos del nivel del viejo Ken Loach, con temas –la desocupación, la perversa burocracia de los servicios sociales– que ya transitó antes y mejor.

Loach construye otra cuestionadora mirada a la falta de trabajo y oportunidades. 'Yo, Daniel Blake' se desarrolla de manera efectiva en sendas previsibles.

El estilo de Loach, a veces considerado televisivo, se evidencia en esta obra. Sin embargo, se percibe una concesión al drama que, en ciertos momentos, se traduce en un exabrupto final que intenta ofrecer una lección moral a un relato que no la requería.

Aún con desaciertos productos del fervor panfletario del director, 'Yo, Daniel Blake' es una obra seductora y amarga que entabla puentes de empatía y desvanece prejuicios.

El acierto radica en que todo presenta una dimensión humana. Hay una mezcla de humor y, desde su épica mínima, se aborda el heroísmo junto a temas que trascienden la realidad actual.

Es en rigor uno de sus dramas más sólidos en varios años. El clásico y viejo sustento partidista de izquierda está presente, pero de una manera funcional a la historia de Daniel Blake, que luce siempre real y cercana.

Ojalá que la observación del mundo sensible e indignada de Ken Loach y Paul Laverty nos siga abrazando y sacudiendo con más películas como esta.

La sintonía de 'Yo, Daniel Blake' con los tiempos no sería un valor per se. La película es notable por la efectividad de su guion, la autenticidad de su tono y el desempeño de sus actores.

Ken Loach presenta una de sus obras más destacadas y conmovedoras.