Críticas Jojo Rabbit (2019)

Audaz y extravagante obra sobre el Tercer Reich que definitivamente no debería ser tan buena como ha resultado ser, sobre todo teniendo en cuenta que narra la historia de un chico cuyo mejor amigo es Hitler.

La ames o la odies, la singular visión de Waititi sobre la II Guerra Mundial es un coming-of-age del que es prácticamente imposible olvidarse.

Lo que le da a la película ese toque especial, convirtiéndola en una especie de 'Moonrise Kingdom' pero con esvásticas y chistes sobre pastores alemanes, es su falta de valentía ante su propia convencionalidad.

No gustará a todos. Su aspecto caricaturesco, aunque es entretenido por fuera, no se integra adecuadamente con su desarrollo ni con los temas más profundos que aborda.

Waititi parece no tener claridad sobre cómo manejar su versión imaginaria de Hitler, lo que resulta en un ciclo repetitivo de situaciones absurdas que pierden gracia con el tiempo.

Es tierna, atrevida y mordaz. Está calibrada de forma cuidadosa para tener un desarrollo firme y no perder de vista sus ambiciones.

Alterna momentos delirantes con una narración que se siente cuidadosamente estructurada, explorando terrenos tan originales como emotivos. Oscila entre un control casi exasperante y un aprecio por el absurdo en su forma más cruda.

En esa lucha entre el drama y la comedia se encuentra uno de los principales inconvenientes de la película. A veces, el cambio de un género a otro resulta un tanto forzado en una obra que recuerda a "La vida es bella", aunque con un toque más surrealista.

La apuesta de Waititi es tanto divertida como, sorprendentemente, hermosa. Su propuesta parece más radical de lo que realmente es y aspira a ser una versión moderna de 'La vida es bella'.

Es una película desprejuiciada, con un “mensaje” a favor de la vida, una comedia provocativa, que busca precisamente eso. Descolocar al espectador, y bien que lo hace.

En un momento determinado, el protagonista se enfrenta a un callejón sin salida y toma decisiones en piloto automático, tanto en situaciones trágicas como tiernas. Es una película interesante, ya que, en el fondo, plantea lo imposible.

Destaca el gran trabajo de un niño actor, entonces de doce años, Roman Griffin Davis; el de Scarlett Johansson (la madre) y la niña Thomasin Mc Kenzie, sumados a una formidable inclusión de temas musicales.

Las buenas sátiras requieren un trazo fino, el cual está ausente de la cinta de Taika Waititi: su representación de Hitler resulta tan ñoña y bufonesca que se siente como una falsa provocación.

Esta fábula anti-odio se hace incontestable cuando es capaz de hacer funcionar la maquinaria cómica. Presenter simultáneamente un libelo contra el odio y una denuncia del horror convierte el visionado de esta película en una experiencia extraña e inquietante.