Críticas Tori y Lokita (2022)

Esta historia de un par de jóvenes inmigrantes combina la tranquila empatía de los Dardenne con cierta urgencia real. En 88 minutos sucintos y efectivos, esboza un retrato desgarrador de jóvenes refugiados.

Una historia irresistible y profundamente conmovedora de dos adolescentes inmigrantes de África occidental. Los Dardenne logran transmitir la tensión propia de un thriller, manteniendo al espectador en vilo.

Este retrato de la dignidad y de la depravación, de la aspiración y de la apatía, meticulosamente controlado, pero cargado de tensión y de furia, es la versión más mordaz y condenatoria de los Dardenne.

Está tan bien hecha y es tan apasionadamente intencionada como cualquier otra cosa que hayan hecho, pero los cineastas pueden llegar a perjudicarse a sí mismos con decisiones argumentales.

No alberga ninguna ilusión de que el hecho de arrojar una luz cruda sobre historias tan horribles sea suficiente para hacer del mundo un lugar mejor, pero nos deja con una visión imborrable de la oscuridad que les rodea.

'Tori and Lokita' impacta de lleno. Es una de las películas más brutales y emocionalmente desnudas que han dirigido los Dardenne. Mbundu y Schils están estupendos como los dos jóvenes protagonistas.

El resultado puede ser poco llamativo, pero no por ello deja de ser un impresionante retorno a la forma artística de los Dardenne.

Increíblemente emotiva

Los hermanos belgas logran acercarse a lo mejor de su carrera con la conmovedora historia de dos jóvenes inmigrantes africanos. Su inigualable sentido de la economía narrativa asegura que cada escena de la película sea necesaria y relevante.

Hay que ser muy canalla para no condolerse con los personajes de los Dardenne y los infortunios que les tiene preparado el guion. Ver esta película es un antihistamínico para las alergias y los rechazos.

Una mirada franca y desoladora a la problemática de la inmigración africana.

Los Dardenne nunca tocan una nota falsa o sentimental. En menos de hora y media de metraje, los cineastas belgas demuestran no necesitar la paja empleada por varios de sus colegas para podernos conmover.