Críticas EO (2022)

La vida contemplada a través de los ojos de una bestia de carga en este homenaje, bellamente fotografiado, a 'Au Hasard Balthazar'. No sé si es mi película favorita de Skolimowski, pero es cautivadora.

Ejercicio de estilo de principio a fin. Tiene mucho en la cabeza y poco que decir.

Quizás sea imposible para un ser humano imaginar realmente la mentalidad de un burro, pero el veterano Jerzy Skolimowski, en su mayor parte, hace un trabajo muy interesante

En la versión de Bresson, los seres humanos que rodean al burro son el verdadero centro de la historia. En 'EO' no es así. Esto es la visión del burro, y la verdad es que es mejor.

Los elogios extravagantes, las descalificaciones despiadadas y las interpretaciones salvajemente diferentes se presentan como posibilidades en esta película. Con perdón de Bresson, esto es cine de verdad.

Skolimowski es un mago del cine que sabe cómo captar tu atención con creatividad y empatía.

Skolimowski puede contar la historia de EO, pero se niega a darle voz, una elección consciente que pone de manifiesto la inutilidad de su situación. Su destino está en nuestras manos. Depende de nosotros lo que hagamos con él.

Un magnífico retrato de un burro, es la película por la que has estado rebuznando. La gracia de esta película es extender la comunión a los seres humanos que pasan por delante de la cámara.

Conmovedora y misteriosa, esta odisea en burro es una experiencia inolvidable.

Es una maravilla, una visión única. La cuestionarás, te sumergirás en ella, y no verás nada igual en mucho tiempo.

Eo sufre todo tipo de experiencias, y Skolimowski se esfuerza por mostrar la distorsión de su perspectiva. La música es desagradable. Sin embargo, su mayor virtud radica en su duración corta y en que ninguno de los actores eclipsa al burro.

Una película impotente, irritante y molesta. 'EO' resulta ser obvia y evidente, con una banalidad que evoca las peores obras de Emir Kusturica.

Tiene momentos de una rara, extraña belleza y toma riesgos que casi nadie asume hoy, empezando por recordar y honrar a Bresson. Y eso, en el cine preformateado que está invadiendo los festivales, no es poca cosa.

Brinda como enorme atractivo ficcional, aunque no el único, la incrustación o desvío de un haz de microhistorias, o briznas de anécdotas y relatos en la lisura luminosa y límpida lucidez del flujo narrativo.