Críticas La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun) (2021)

Su asombroso apartado visual, su humor y su reparto estelar –que incluye a Bill Murray– hacen que este tributo al New Yorker sea una auténtica maravilla.

Una cautivadora obra que solo Anderson podría haber ofrecido. Cada instante refleja su pasión por la escritura y por las personalidades excéntricas que se entregan por completo a ella.

Lo mejor es apreciar la película como una serie de miniaturas exquisitas, que son entretenidas, cuidadosamente elaboradas y perfectamente realizadas, aunque en conjunto no trasciende más allá de la simple suma de sus elementos.

El cineasta ha creado un mundo fantástico sin igual en el cine y en la realidad, un lugar que muchos desearían explorar repetidamente, a pesar de que Anderson parece ser su único habitante.

El carácter juguetón de la estructura se mueve entre lo encantador y lo abrumador. Anderson utiliza numerosos desvíos estilísticos que no logran encajar en el formato.

Los seguidores de Wes siguen apoyándolo, pero es momento de que elija con más cuidado a su elenco. La autenticidad en las actuaciones ha desaparecido en sus obras.

Me asombra ver cómo Anderson ha ido más allá en cuanto a la incoherencia, lo innecesario y lo trivial. Todo lo que presenta es completamente absurdo y vacío; resulta en un prolongado sufrimiento de casi dos horas.

Desearía poder quedarme eternamente en las impresionantes viñetas de 'The French Dispatch', la última obra maestra de Wes Anderson. Este filme merece un lugar destacado en la historia del cine de este gran director.

Anderson logra destacar con su homenaje a los periodistas. Aunque el guion no es el más sólido de su carrera, su creatividad visual y estética es ilimitada, y los decorados son un placer para los sentidos.

Una obra donde el director eleva su estética a niveles extremos, logrando una serie de 'tableaux vivants' que verdaderamente sorprenden.

Un festín desbordante, un escándalo. 'La crónica francesa' derrocha amor en cada uno de sus fotogramas.

El director sigue su propia visión al realizar sus películas. Algunas son mejores que otras, pero esta casa de muñecas no debe ser subestimada, ya que ofrece numerosos instantes cinematográficos hermosos y auténticos.

Más allá de los recursos repetidos, el realizador entrega una película repleta de nombres célebres y visualmente vibrante.

La mezcla de generosidad y confianza en la capacidad del espectador, donde la risa se convierte en un acto intelectual, convierte a esta película en una obra realmente única, un verdadero oasis en el cine actual.

Con una meticulosa atención al detalle y una estética visual cuidada, esta obra evoca la nostalgia propia de Anderson, centrada en elementos inexistentes y experiencias no vividas.

No queda duda de que la película es como una délicatesse amoral, pero quizá no haga daño entregarse al disfrute de sus múltiples goces durante un par de horitas.