Críticas Oh, Canada (2024)

Schrader utiliza la inestabilidad del personaje para influir en la estructura narrativa, aunque esta estrategia no termina de aprovecharse del todo.

La narrativa es oscura pero el estilo se mantiene ligero y casi etéreo. Los frecuentes saltos en el tiempo aportan un ritmo agradable a esta película de 91 minutos.

Invita a la reflexión y merece la pena. Tal vez pueda inspirar a otros a examinar sus propias vidas antes de que sea demasiado tarde.

La dirección de Paul Schrader es genuina y refleja su estilo personal, poniendo énfasis en temas de legado y arrepentimiento.

Él representa al filósofo temperamental de Hollywood, un explorador de la verdad que obliga a considerar sus hallazgos con cierto escepticismo.

La principal conclusión que se puede extraer de este desconcertante rompecabezas es que la entrevista grabada por los antiguos alumnos de Leo habría acabado siendo un pésimo documental. Esta película no es mucho mejor.

La más reciente película de Paul Schrader refleja su visión más íntima, destacando la profunda actuación de Richard Gere, quien brilla en su papel.

Las escenas donde se teoriza resultan aburridas, y los flashbacks carentes de un impacto dramático solo confirman la idea de que el aparentemente encantador Fife es, en realidad, un narcisista desconectado de la realidad.

La fluidez de la forma junto con una interpretación poderosa nos mantiene cautivados. Andrew Wonder, el director de fotografía, y Benjamin Rodriguez Jr., el editor, logran captar perfectamente las variaciones de tonalidades, texturas y estilos de diversas épocas.

A pesar de que 'Oh Canadá' puede resultar insatisfactoria, contiene instantes significativos que desafían la grandeza del héroe de una manera cruda.

La película de Schrader no logra comunicar plenamente su melancolía, que resulta algo antipática. Carece de atonalidad y de la intensidad dramática necesaria.

Los constantes saltos temporales impiden que Schrader logre crear tensión dramática. De este modo, 'Oh, Canadá' se torna sombrío, no tanto por tratar el tema de la muerte, sino porque carece de vitalidad en su desarrollo.

Ofrece un profundo trasfondo dramático y una confesión genuina. Sin embargo, Schrader falla en lograr una representación majestuosamente impactante del personaje, lo que impide que el espectador se sienta verdaderamente conectado con él.

Es un rompecabezas fragmentario y esquivo, quizás la obra menos dominada entre las últimas suyas, pero también por eso, más abierta y de mayor implicación personal. Habrá que volver a ella con mucho mayor detenimiento.

Luce como una película hecha a las apuradas, carente de la profundidad, complejidad, provocación e intensidad que caracterizan tantas obras de Schrader.

Consigue una coherencia fluida dentro de una estructura narrativa a menudo deliberadamente obtusa.