Críticas Belfast (2021)

Un retrato emotivo y conmovedor de la infancia y la familia. Es la primera película que veo este año que me parece contendiente al Óscar.

Pese a sus contornos a menudo dolorosos, 'Belfast' presenta numerosos placeres en las memorias de Kenneth Branagh.

Puede que haya películas más grandes, más costosas y más vistosas este año, pero ninguna llega al corazón de forma más clara y verdadera que 'Belfast'. Es su mejor y más personal filme.

Una película marcada más por el sentimentalismo y la idealización de recuerdos que por la realidad. Existen tantas crónicas destacadas sobre esta época que resulta complicado situar a 'Belfast' en el contexto adecuado.

Memoria magistral. Es la mejor película que he visto en lo que va de 2021.

Una historia de iniciación emocionante con magníficas interpretaciones. Los momentos emocionales tienen mucho espacio para respirar.

El resultado es cautivador: cine tierno, que tira del corazón, acicateado por un agradable reparto y por su joven protagonista, Jude Hill.

Branagh logra fusionar humor y emoción, dejando una huella perdurable en la audiencia. Los personajes principales, magníficamente desarrollados e interpretados, generan un gran interés en su lucha cotidiana.

Es difícil resistirse a esta carta de amor a un lugar y una época importantes en la infancia de Branagh y a la gente que le ayudó a tener la relevancia cultural que tiene ahora.

Pese a algunos tropiezos, 'Belfast' funciona como una historia de iniciación agradable y ofrece una mirada cuidadosa y emotiva a una infancia compleja.

'Belfast' no solo es una de las mejores películas del año, sino la mejor de Branagh hasta la fecha.

Su obra más personal hasta la fecha. Esbelta, triste, sentimental. Lo que distingue positivamente a 'Belfast' de sus antecesores en este nuevo cuasi-género es su voluntad de agradar al público.

Queda en la pantalla una agradable y bien repartida manita de felicidad que tapa lo otro, lo de abajo, la miseria y la violencia.

Un blanco y negro realzado por una fotografía impactante, que evoca una emotividad inteligente. El desempeño de los actores es excepcional. Branagh ha recuperado su esencia infantil, pero con una sabiduría renovada.

Es un film demasiado limitado para sus ambiciones, demasiado esquemático para funcionar como una memoir personal. Su problema no pasa necesariamente por no querer ensuciarse en las más complicadas arenas políticas de la historia.

Con melancolía, pero atención, con moderación y sin ponerse nunca pedante, Kenneth Branagh construye en Belfast un filme que es candidato al Oscar con tintes autobiográficos, y escribe una carta de amor a su infancia y a su ciudad natal.

Esta es de esas películas lustrosas que convocan de inmediato la simpatía.

Kenneth Branagh reconstruye los recuerdos de su infancia con un toque de realismo mágico que es irresistible y conmovedor para el espectador.

Se prodiga en una insigne narración en ardua lucha cerrada contra lo insignificante y tremendamente viñeteada, con viñetas de lujo y viñetas púdicas.

Es el tipo de película tierna y amable que requieren estos tiempos oscuros y canallas.

Logra ser una película dolorosa sin que el espectador se dé cuenta inmediatamente de la tragedia del adiós. Porque la inocencia de la perspectiva desde la que se cuenta resulta tan genuina, que es como dos viajes simultáneos por los sentimientos y hacia tierras desconocidas.

Quizás lo que más se resiente en este vaivén entre lo real y lo imaginario es la sensación de espacio. Ya desde la primera escena, la forma de retratar el barrio de Belfast en el que vive Buddy parte de un tono melifluo.